Calificar un evento como "raro" no es una buena carta de presentación. Pero sopesando mis impresiones de la noche final del Fashion Week Santiago no se me ocurre otro calificativo para nombrarlo. Revisemos...

En esta oportunidad Renzo Dinali, mi fotógrafo invitado, me acompañó a la velada, para que me pudiera dedicar a observar sólo los pormenores del evento. Lo primero que le llamó la atención a él fue la nula señalética que indicara que dentro del Teatro Muncipal se estaba realizando un evento de moda. Si uno no estaba invitado, acreditado o informado por medios como éste, sería imposible enterarse. Lo máximo que uno podría pensar es que había un evento de corte teen o juvenil por la gente que estaba en la puerta a esa hora.

Pasadas las 19.30 se inició la jornada final de esta "Semana de la moda criolla" con más público que el primer día, entre los que se encontraban -nuevamente- socialités, fashionistas de turnos, prensa, curiosos, "me llevo todo lo que me regalen" y uno que otro famosillo de la TV.

La primera marca en salir a escena fue Taco Aguja que presentó una colección de vestidos de fiesta de cortes asimétricos y pinzas lateras, que se mezclaban con patchwork, zipper, entre otros. En general un juego de texturas muy al estilo del neo folck / hippie. De hecho algunos me recordaron la onda de Ropa del alma. Me gustó el juego que hizo entre sus prendas y unos grandes sombreros de copa que iban al tono con los vestidos. Me pareció una apuesta jugada con algunas pasadas bien interesantes.


Ah! Antes de continuar, uno de los elementos destacado de este Fashion Week fue la continuidad de los desfiles. Nada de salir del lugar y esperar 20 minutos para el siguiente, sino todos con un buen ritmo -a veces incluso muy rápido-, que permitían ver la muestra hasta el final, sin quedarse dormido en el intermedio. Eso sí, me comentó Renzo que el juego de las luces que hicieron en la pasarela tenía vueltos locos a los fotógrafos, quienes querían asesinar al iluminador (quizás pensó que estaba en una discoteca ;-) ).

Sigamos... A continuación desfiló la marca Gloria Zapata con vestidos de fiesta de diversos estilos que iban desde el años 20 al "quiero mis 15". Le siguió Baruru... Debo reconocer que luego de varias pasadas atiné que estaban desfilando accesorios, ya que las modelos usaban trajes de baños tapados con pareos con flecos, que me distrajeron del objeto exhibido.


Después le tocó el turno a Everlast y nuevamente NGX. Ambas marcas, que para mi representan el segmento deportivo (no soy de vestirme con buzo para ir al supermercado), no pegaban ni juntaban con lo visto anteriormente.

Después de este lapsus, la diseñadora Karina Latorre nos mostró vestidos de fiesta -la tónica de la velada- cortos, muy onda teen. Cercanos al público que pronto se graduará de cuarto medio. Nada muy osado, todo muy medido y sencillo. Mucho uso del negro, blanco y azul. Esperaba más de ella.


Para mi el punto alto de la primera parte se lo llevó K'uchi, quien muy fiel a su estilo neo folck mostró su colección de carteras y cinturones, cuyas texturas daban vida al cuero. Morados, azules y café fueron algunos de los tonos que iluminaron la pasarela. Y lejos el elemento más genial fue la "cartera novia" del final. Un detalle bello y teatral que rompió con la monotonía de la jornada.



En el intermedio subió nuevamente Mona Ferrari con una propuesta que no me llamó la atención. Lo único que me descolocó fue la pasada final de Jocelyn Díaz... les dejo la foto para que ustedes se armen su propia opinión.

La primera parte -en la que estuve presente, luego nos volvimos a Valparaíso- la cerró el diseñador Eduardo Godoy (el me dijo que me sentara en primera fila, muy amoroso como siempre). Tal como nos adelantó su desfile fue de trajes de baños muy sexies, donde los tiquinis eran los reyes. No obstante, me quedé pegada en algunos detallitos (un hilito guacho por ahí) o el poco calce que tenían algunas de sus prendas en las muy delgadas modelos (situación que le pasó a varias marcas). Después de algunas pasadas vimos blusas de un print floral y algunas prendas muy playeras, pero nada muy osado o llamativo. Quedé con gusto a poco.




Lamentablemente nuevamente sentí que se habían farreado una oportunidad de posicionar un evento que tiene una buena puesta en escena (descartando la iluminación), pero una clara inconsistencia en el concepto. Creo que los Fashion Week deben tener como premisa principal el diseño autoral. Las líneas comerciales deben presentarse en otros contexto o separar bien cada una de las muestras para que quede clarísimo el énfasis que se dará en la pasarela. Cuando se mezclan se anulan, y dejan una sensación rara, de confusión y hasta decepción.

Soy optimista y creo que si entienden la contructividad de estas críticas y el gran tesoro que tienen entre manos, este evento puede sobresalir y realmente estar en las carteleras de la moda internacional. Si siguen segados y con la espada empuñada, seguiremos pegados en el otras épocas, donde la moda chilena era un rumor de un pequeño grupo de afortunados.

En esta oportunidad Renzo Dinali, mi fotógrafo invitado, me acompañó a la velada, para que me pudiera dedicar a observar sólo los pormenores del evento. Lo primero que le llamó la atención a él fue la nula señalética que indicara que dentro del Teatro Muncipal se estaba realizando un evento de moda. Si uno no estaba invitado, acreditado o informado por medios como éste, sería imposible enterarse. Lo máximo que uno podría pensar es que había un evento de corte teen o juvenil por la gente que estaba en la puerta a esa hora.

Pasadas las 19.30 se inició la jornada final de esta "Semana de la moda criolla" con más público que el primer día, entre los que se encontraban -nuevamente- socialités, fashionistas de turnos, prensa, curiosos, "me llevo todo lo que me regalen" y uno que otro famosillo de la TV.

La primera marca en salir a escena fue Taco Aguja que presentó una colección de vestidos de fiesta de cortes asimétricos y pinzas lateras, que se mezclaban con patchwork, zipper, entre otros. En general un juego de texturas muy al estilo del neo folck / hippie. De hecho algunos me recordaron la onda de Ropa del alma. Me gustó el juego que hizo entre sus prendas y unos grandes sombreros de copa que iban al tono con los vestidos. Me pareció una apuesta jugada con algunas pasadas bien interesantes.


Ah! Antes de continuar, uno de los elementos destacado de este Fashion Week fue la continuidad de los desfiles. Nada de salir del lugar y esperar 20 minutos para el siguiente, sino todos con un buen ritmo -a veces incluso muy rápido-, que permitían ver la muestra hasta el final, sin quedarse dormido en el intermedio. Eso sí, me comentó Renzo que el juego de las luces que hicieron en la pasarela tenía vueltos locos a los fotógrafos, quienes querían asesinar al iluminador (quizás pensó que estaba en una discoteca ;-) ).

Sigamos... A continuación desfiló la marca Gloria Zapata con vestidos de fiesta de diversos estilos que iban desde el años 20 al "quiero mis 15". Le siguió Baruru... Debo reconocer que luego de varias pasadas atiné que estaban desfilando accesorios, ya que las modelos usaban trajes de baños tapados con pareos con flecos, que me distrajeron del objeto exhibido.


Después le tocó el turno a Everlast y nuevamente NGX. Ambas marcas, que para mi representan el segmento deportivo (no soy de vestirme con buzo para ir al supermercado), no pegaban ni juntaban con lo visto anteriormente.

Después de este lapsus, la diseñadora Karina Latorre nos mostró vestidos de fiesta -la tónica de la velada- cortos, muy onda teen. Cercanos al público que pronto se graduará de cuarto medio. Nada muy osado, todo muy medido y sencillo. Mucho uso del negro, blanco y azul. Esperaba más de ella.


Para mi el punto alto de la primera parte se lo llevó K'uchi, quien muy fiel a su estilo neo folck mostró su colección de carteras y cinturones, cuyas texturas daban vida al cuero. Morados, azules y café fueron algunos de los tonos que iluminaron la pasarela. Y lejos el elemento más genial fue la "cartera novia" del final. Un detalle bello y teatral que rompió con la monotonía de la jornada.



En el intermedio subió nuevamente Mona Ferrari con una propuesta que no me llamó la atención. Lo único que me descolocó fue la pasada final de Jocelyn Díaz... les dejo la foto para que ustedes se armen su propia opinión.

La primera parte -en la que estuve presente, luego nos volvimos a Valparaíso- la cerró el diseñador Eduardo Godoy (el me dijo que me sentara en primera fila, muy amoroso como siempre). Tal como nos adelantó su desfile fue de trajes de baños muy sexies, donde los tiquinis eran los reyes. No obstante, me quedé pegada en algunos detallitos (un hilito guacho por ahí) o el poco calce que tenían algunas de sus prendas en las muy delgadas modelos (situación que le pasó a varias marcas). Después de algunas pasadas vimos blusas de un print floral y algunas prendas muy playeras, pero nada muy osado o llamativo. Quedé con gusto a poco.




Lamentablemente nuevamente sentí que se habían farreado una oportunidad de posicionar un evento que tiene una buena puesta en escena (descartando la iluminación), pero una clara inconsistencia en el concepto. Creo que los Fashion Week deben tener como premisa principal el diseño autoral. Las líneas comerciales deben presentarse en otros contexto o separar bien cada una de las muestras para que quede clarísimo el énfasis que se dará en la pasarela. Cuando se mezclan se anulan, y dejan una sensación rara, de confusión y hasta decepción.
Soy optimista y creo que si entienden la contructividad de estas críticas y el gran tesoro que tienen entre manos, este evento puede sobresalir y realmente estar en las carteleras de la moda internacional. Si siguen segados y con la espada empuñada, seguiremos pegados en el otras épocas, donde la moda chilena era un rumor de un pequeño grupo de afortunados.
(Fotos gentileza de Renzo Dinali)
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