En el mercado de la Seda en Beijing un cartel proclama “no vendemos falsificaciones…” Sin embargo, a la vuelta de la esquina una tienda de carteras te ofrece catálogos completos de falsificaciones de las marcas más importantes de la escena fashion mundial. Si bien en Latinoamérica no es tan burdo el asunto, las copias de grandes marcas de moda también están en las cunetas. ¿Eres una fashionista amante de los clones?
Me cargan las falsificaciones. Me siento incómoda y hasta ridícula con ellas. Debo reconocer que en Beijing me compré una cartera que me pareció de una bonita línea, que asumo debe ser una copia de alguna cartera famosa, pero sin logo (sería ilusa pensar que es creatividad local en el Mercado de la Seda). Es decir, una réplica o clon sin nombre. Ello porque me ponen nerviosa las cosas fake, su simple “olor” me espanta.
No me considero una purista al estilo de los promotores de iniciativas como SOPA (que no comparto en nada). Pero sí soy una defensora de la creatividad y del esfuerzo por tratar de generar mundo e identidades creativas en la moda. Por ello entiendo la furia de muchos diseñadores internacionales, que incluso han creado campañas como You can't fake Fashion.
Seamos honestos. En la moda internacional está institucionaliza la copia (que algunos llaman homenaje). Si no, cómo me explican que muchas marcas de retail clonen, sin arrugarse, las prendas it de las pasarelas más importante del planeta. De hecho, hay blogs especializados en seguirle la pista a esta práctica como el entretenido Devil wears Zara, que ahora está bajo el alero de Vogue España.
Según leí en un reportaje, esta práctica ha permitido la "democratización de la moda" y algunos consideran que beneficia a la Casas de Moda, ya que quien consume un clon, en poco tiempo -dos años app- compra la real. Mientras otros dicen, que la velocidad de las tendencias y la obligación de las grandes marcas por responder a los deseos de las fashionistas generan oscuros círculos de explotación humana y medio ambiental.
Latinoamérica no está ajena a este fenómeno. La globalización de la tendencias y el deseo incontenible de muchas fashionistas por tener las prendas it en su clóset, las lleva a acceder a los clones que valen una pequeña fracción de las originales. ¿La moda de autor se libra de este compartamiento? Lamentablemente no.
Si bien la copia no es a nivel masivo, si lo es entre pares. He visto el caso de quienes se aprovechan del éxito de un modelo que causó furor -pasó con los zapatos de tela- y lo reproducen como propio. En ese caso, el diseño original puede llegar a disolverse en la medida que no esté patentando o la marca que lo produjo inicialmente, no haya logrado un buen posicionamiento en el mercado.
Sin duda sería iluso pensar que la copia se acabará con leyes, porque la masividad del conocimiento y el flujo de información es parte de la cotidianidad del siglo XXI. Sin embargo, este contexto obliga a los creativos a pensar cómo cautivar a sus clientes y cómo educarlos en la preferencia de la original por sobre la copia. Por otra parte, los consumidores no podemos hacernos los locos y tenemos que entender que si no jugamos limpio, avalamos prácticas que incluso pueden estar ligada a la explotación de personas, lejos lo más grave de este fenómeno.
¿Has consumido clones? ¿qué te motivó a comprarlos? ¿cuál es tu posición frente a ellos?
Me cargan las falsificaciones. Me siento incómoda y hasta ridícula con ellas. Debo reconocer que en Beijing me compré una cartera que me pareció de una bonita línea, que asumo debe ser una copia de alguna cartera famosa, pero sin logo (sería ilusa pensar que es creatividad local en el Mercado de la Seda). Es decir, una réplica o clon sin nombre. Ello porque me ponen nerviosa las cosas fake, su simple “olor” me espanta.
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La cartera que compré en el Mercado de la Seda de Beijing |
No me considero una purista al estilo de los promotores de iniciativas como SOPA (que no comparto en nada). Pero sí soy una defensora de la creatividad y del esfuerzo por tratar de generar mundo e identidades creativas en la moda. Por ello entiendo la furia de muchos diseñadores internacionales, que incluso han creado campañas como You can't fake Fashion.
Seamos honestos. En la moda internacional está institucionaliza la copia (que algunos llaman homenaje). Si no, cómo me explican que muchas marcas de retail clonen, sin arrugarse, las prendas it de las pasarelas más importante del planeta. De hecho, hay blogs especializados en seguirle la pista a esta práctica como el entretenido Devil wears Zara, que ahora está bajo el alero de Vogue España.
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Un ejemplo de clones descubierto por Devil wears Zara. Los originales son de Louis Vuitton |
Según leí en un reportaje, esta práctica ha permitido la "democratización de la moda" y algunos consideran que beneficia a la Casas de Moda, ya que quien consume un clon, en poco tiempo -dos años app- compra la real. Mientras otros dicen, que la velocidad de las tendencias y la obligación de las grandes marcas por responder a los deseos de las fashionistas generan oscuros círculos de explotación humana y medio ambiental.
Latinoamérica no está ajena a este fenómeno. La globalización de la tendencias y el deseo incontenible de muchas fashionistas por tener las prendas it en su clóset, las lleva a acceder a los clones que valen una pequeña fracción de las originales. ¿La moda de autor se libra de este compartamiento? Lamentablemente no.
Si bien la copia no es a nivel masivo, si lo es entre pares. He visto el caso de quienes se aprovechan del éxito de un modelo que causó furor -pasó con los zapatos de tela- y lo reproducen como propio. En ese caso, el diseño original puede llegar a disolverse en la medida que no esté patentando o la marca que lo produjo inicialmente, no haya logrado un buen posicionamiento en el mercado.
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La advertencia del sitio de Christian Louboutin lo dice todo. Sin duda, se aburrió que le copien e intenta informar a sus clientes para que no los hagan lesos |
Sin duda sería iluso pensar que la copia se acabará con leyes, porque la masividad del conocimiento y el flujo de información es parte de la cotidianidad del siglo XXI. Sin embargo, este contexto obliga a los creativos a pensar cómo cautivar a sus clientes y cómo educarlos en la preferencia de la original por sobre la copia. Por otra parte, los consumidores no podemos hacernos los locos y tenemos que entender que si no jugamos limpio, avalamos prácticas que incluso pueden estar ligada a la explotación de personas, lejos lo más grave de este fenómeno.
¿Has consumido clones? ¿qué te motivó a comprarlos? ¿cuál es tu posición frente a ellos?
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