Vivimos en un mundo conectado. Chile, por ejemplo, ostenta una de las economías más abiertas del mundo. ¿Qué significa ello? Que gracia –o desgracia según algunos- a ello podemos acceder a moda de muchos países a precios privilegiados. No obstante, para la moda de autor este aspecto más que una ventaja se constituye en una amenaza. Pero ¿es posible cerrar las fronteras a esta altura? No. Hoy reflexionamos sobre este camino sin retorno.
En el momento en que Chile decidió ser una economía abierta no sólo abrió sus fronteras a la entrada de un sinfín de productos, sino también tuvo la posibilidad de exportar los suyos. En el caso de la industria textil y particularmente la moda de autor, este aspecto puede constituirse una ventaja en la medida que sepamos aprovecharlo.
Hoy es imposible pensar en salvaguardias o aranceles adicionales para los productos que han sido beneficiados por los tratados de libre comercio (TLC), porque su sola idea atentaría contra la imagen de Chile como economía seria. Entonces, pensar en gravar la moda internacional –y particularmente el made in China- en post de la moda de autor local es una idea inviable e ilusa.
Entonces ¿qué hacer? Leí que en Francia existe la Ley Galland donde se establecen la condiciones para el ingreso al mercado francés en el ámbito textil. De los diferentes puntos que componen esta ley, el que más me llamó la atención fue el que enfatiza en el "cumplimiento de las exigencias de calidad que requiere el mercado", dado los altos estándares que buscan los consumidores y distribuidores franceses. Este punto me hizo click, porque supone un consumidor educado en la calidad, situación que no ocurre en Chile.
Acá se compite erróneamente con el producto de baja calidad seriado, en vez de subir el estándar y educar al consumidor para que no sólo valore el made in Chile o create in Chile, sino también entienda que económicamente le sale mejor un producto con identidad y con posibilidad de ser heredado, que otro que durará sólo la temporada (este caso es válido a la moda de autor con altos estándares de calidad).
Me parece, que más que comenzar a pensar en aranceles u otro tipo de barreras económicas, el Estado en coordinación con los privados -en la medida que estén asociados y tenga interlocutores válidos- podrían generar una campaña de valoración del producto de moda local. Una especie de "sello moda país - Chile", que le permita a los productos que, luego de una exhaustiva evaluación, participen de beneficios de promoción y posicionamiento.
Entre esos beneficios se me ocurren participar de ferias y desfiles emblemáticos tanto en el país como fuera de él; ser parte de una campaña gráfica y multimedial que cuente la historia detrás de estos productos; participar de un catálogo virtual que sirva de vitrina para conectar a distribuidores y consumidores, realizar circuitos educativos de moda de autor al estilo de Por la Calle en Argentina, etc.
El mar de alternativas es mucho mayor y más sensato, que vivir con la ilusión que Chile comenzará a gravar las importaciones textiles -en un deja vu setentero- siendo un país que abrió hace rato sus fronteras al camino del desarrollo. Las consecuencias de ello son de todos los colores, lo fundamental es que la moda de autor sepa distinguir y aprovechar los más vivos y brillantes.
En el momento en que Chile decidió ser una economía abierta no sólo abrió sus fronteras a la entrada de un sinfín de productos, sino también tuvo la posibilidad de exportar los suyos. En el caso de la industria textil y particularmente la moda de autor, este aspecto puede constituirse una ventaja en la medida que sepamos aprovecharlo.
Hoy es imposible pensar en salvaguardias o aranceles adicionales para los productos que han sido beneficiados por los tratados de libre comercio (TLC), porque su sola idea atentaría contra la imagen de Chile como economía seria. Entonces, pensar en gravar la moda internacional –y particularmente el made in China- en post de la moda de autor local es una idea inviable e ilusa.
El camino que eligió Chile puede ser complejo para la moda de autor, pero hay que saber encontrar las ventajas. Ilustración: HikingArtist.com |
Acá se compite erróneamente con el producto de baja calidad seriado, en vez de subir el estándar y educar al consumidor para que no sólo valore el made in Chile o create in Chile, sino también entienda que económicamente le sale mejor un producto con identidad y con posibilidad de ser heredado, que otro que durará sólo la temporada (este caso es válido a la moda de autor con altos estándares de calidad).
La valoración del made o create in Chile es una tarea de tod@s |
Me parece, que más que comenzar a pensar en aranceles u otro tipo de barreras económicas, el Estado en coordinación con los privados -en la medida que estén asociados y tenga interlocutores válidos- podrían generar una campaña de valoración del producto de moda local. Una especie de "sello moda país - Chile", que le permita a los productos que, luego de una exhaustiva evaluación, participen de beneficios de promoción y posicionamiento.
El Sello Excelencia Artesanía tiene un programa de promoción integrado. Me imagino el "Sello Moda País - Chile" como algo aún más completo |
Entre esos beneficios se me ocurren participar de ferias y desfiles emblemáticos tanto en el país como fuera de él; ser parte de una campaña gráfica y multimedial que cuente la historia detrás de estos productos; participar de un catálogo virtual que sirva de vitrina para conectar a distribuidores y consumidores, realizar circuitos educativos de moda de autor al estilo de Por la Calle en Argentina, etc.
El mar de alternativas es mucho mayor y más sensato, que vivir con la ilusión que Chile comenzará a gravar las importaciones textiles -en un deja vu setentero- siendo un país que abrió hace rato sus fronteras al camino del desarrollo. Las consecuencias de ello son de todos los colores, lo fundamental es que la moda de autor sepa distinguir y aprovechar los más vivos y brillantes.
COMMENTS