(Por Rosario Montero) “Fashion is just about power”. Así entre un poder jerárquico vs individual la moda se convierte en un campo de lucha, una vorágine que no acaba y que nos sitúa muchas veces como individuos en la mitad de este territorio minado. Quizás el escenario que mejor retrata esta lucha es lo que sucede durante la semana del London Fashion Week (LFW).
Dos veces al año el mundo de la moda gira su atención hacia el Somerset House, un espacio en el centro de Londres, a sólo 500 metros de la casa del primer ministro David Cameron y de Westminster, el Parlamento Inglés. No es trivial el lugar en que se instala el London Fashion Week. Es, sin lugar a duda, parte de la impecable construcción de discurso, que comienza con las sofisticadas invitaciones que llegan por correo varias semanas antes y que hacen crecer las expectativas a medida que el evento se acerca.
No obstante cuando llegas al lugar, te das cuenta que cada invitación tiene una pequeña marca, casi invisible cuando recién la recibes, que establece tu posición dentro de la jerarquía del evento. El efecto de este "gesto" es certero, la sensación de sentirse rechazada (o puesta en el último rincón) sólo hace aumentar las expectativas mientras se espera la salida del siguiente desfile. Es entonces que ocurre la verdadera decepción...
En la pasarela de las grandes marcas, queda claro que la experimentación y el riesgo quedaron atrapados en la necesidad de asegurar un éxito comercial. De esta forma, parece ser que el sello distintivo es la perpetuación simbólica de las jerarquías sociales, a través de las que las grandes casas comerciales dejan poco espacio a la innovación y experimentación de nuevas miradas.
Pero como toda historia, en el minuto que un espacio se radicaliza (en cuanto a como perpetúa un sistema de clases), aparece en contraste, que intenta romper con todo aquello que este evento trata de perpetuar. Me refiero a Vauxhall Fashion Scout, un espacio que lleva algunos años funcionando al otro lado de la ciudad (al sur del Thames) como una plataforma que convoca a diseñadores independientes de todas las latitudes con el único objeto de promover y potenciar el trabajo que realizan.
En él se generan espacios de intercambio al mismo tiempo que la posibilidad de abrirse a nuevos mercados y redes comerciales. Si bien funciona con un presupuesto bastante limitado y en base a auspiciadores privados, la curatoria que realizan es impecable y se hace notoria la diferencia entre ambos eventos, que parecen ser casi contradictorios. Si bien no podría definirse como un espacio de resistencia en el estricto rigor de la palabra, si se antepone al LFW en cuanto a que se define como un espacio de creación, experimentación y de búsqueda de los distintos autores e individuos. Al no existir grandes marcas, no existe un discurso unificador que intente dictar reglas, sino más bien distintos caminos a elegir.
Es así como en un campo de batalla por el poder, todos quienes asistimos a esta clase de eventos tomamos decisiones. Sea cual sea el escenario, la moda pareciera tener esa particularidad de no existir en los espacios grises: reproduces un discurso generalizador dictado por otros o decides independizarte y buscas aquello que te identifique.
*Rosario Montero es artista visual y fotógrafa. Se desempeña como directora y fotógrafa de Contrahilo. Actualmente reside en Londres, Reino Unido donde se encuentra trabajando en distintos proyectos relacionados a la fotografía.
Dos veces al año el mundo de la moda gira su atención hacia el Somerset House, un espacio en el centro de Londres, a sólo 500 metros de la casa del primer ministro David Cameron y de Westminster, el Parlamento Inglés. No es trivial el lugar en que se instala el London Fashion Week. Es, sin lugar a duda, parte de la impecable construcción de discurso, que comienza con las sofisticadas invitaciones que llegan por correo varias semanas antes y que hacen crecer las expectativas a medida que el evento se acerca.
No obstante cuando llegas al lugar, te das cuenta que cada invitación tiene una pequeña marca, casi invisible cuando recién la recibes, que establece tu posición dentro de la jerarquía del evento. El efecto de este "gesto" es certero, la sensación de sentirse rechazada (o puesta en el último rincón) sólo hace aumentar las expectativas mientras se espera la salida del siguiente desfile. Es entonces que ocurre la verdadera decepción...
En la pasarela de las grandes marcas, queda claro que la experimentación y el riesgo quedaron atrapados en la necesidad de asegurar un éxito comercial. De esta forma, parece ser que el sello distintivo es la perpetuación simbólica de las jerarquías sociales, a través de las que las grandes casas comerciales dejan poco espacio a la innovación y experimentación de nuevas miradas.
Pero como toda historia, en el minuto que un espacio se radicaliza (en cuanto a como perpetúa un sistema de clases), aparece en contraste, que intenta romper con todo aquello que este evento trata de perpetuar. Me refiero a Vauxhall Fashion Scout, un espacio que lleva algunos años funcionando al otro lado de la ciudad (al sur del Thames) como una plataforma que convoca a diseñadores independientes de todas las latitudes con el único objeto de promover y potenciar el trabajo que realizan.
En él se generan espacios de intercambio al mismo tiempo que la posibilidad de abrirse a nuevos mercados y redes comerciales. Si bien funciona con un presupuesto bastante limitado y en base a auspiciadores privados, la curatoria que realizan es impecable y se hace notoria la diferencia entre ambos eventos, que parecen ser casi contradictorios. Si bien no podría definirse como un espacio de resistencia en el estricto rigor de la palabra, si se antepone al LFW en cuanto a que se define como un espacio de creación, experimentación y de búsqueda de los distintos autores e individuos. Al no existir grandes marcas, no existe un discurso unificador que intente dictar reglas, sino más bien distintos caminos a elegir.
Es así como en un campo de batalla por el poder, todos quienes asistimos a esta clase de eventos tomamos decisiones. Sea cual sea el escenario, la moda pareciera tener esa particularidad de no existir en los espacios grises: reproduces un discurso generalizador dictado por otros o decides independizarte y buscas aquello que te identifique.
*Rosario Montero es artista visual y fotógrafa. Se desempeña como directora y fotógrafa de Contrahilo. Actualmente reside en Londres, Reino Unido donde se encuentra trabajando en distintos proyectos relacionados a la fotografía.
(Fotos gentileza de Rosario Montero publicadas previamente en Prendas Públicas)
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