(Por Pía Montalva*) Entre los innumerables aciertos de la propuesta de Makinita de Coser está sin lugar a dudas la elección del nombre y del icono que la representa. Ambos condensan y definen los ejes a partir de los cuales se proyectan prendas y colecciones...
En primer lugar la imagen de una máquina de coser doméstica refiere al conjunto de intervenciones textiles a las que recurre Paula Román para personalizar sus ropas y resolver un problema que afecta al diseño de autor chileno, ¿cómo enfrentar la falta de materiales textiles? Este tipo de máquinas de coser, a diferencia de las industriales, no trabaja con el mismo nivel de especialización lo que normalmente significa efectuar muy eficientemente y en tiempo récord una sola función (costura recta, costura overlock, etc). En cambio la maquina de coser doméstica permite enfrentar los desafíos propios de las manualidades; rasgo que perfila la obra de Román, desde sus inicios.
Los polerones de 2007, con motivos gráficos aplicados, en varias capas, sobre la tela base abren esta línea de trabajo. En estas prendas Makinita mezcla con audacia telas marcadas por connotaciones disímiles. La informalidad propia de la franela de punto, convive armónicamente con el tradicional diseño pied de poule (en lurex), característico de prendas clásicas (trajes de dos piezas, abrigos, vestidos) dirigidas a mujeres adultas, y el charol negro y plata de las aplicaciones.
En segundo lugar, la escritura de la etiqueta nos advierte que se trata de una ruptura con esta tradición. Makinita, con K, se despega de la llamada “industria casera” -característica de los emprendimientos vinculados a los centros de madres y a la artesanía urbana de los 60- para centrarse en el diseño. Estos pequeños talleres confeccionaban prendas y objetos textiles de poca complejidad estructural (delantales, paños de cocina, manteles, ropa de guagua), los que decoraban con imágenes alusivas a la función de cada pieza. Empleaban las técnicas propias del bordado a máquina recurriendo a diferentes puntos, acorde a las posibilidades que otorgaba cada modelo (existía la popular multipunto de Singer) o bien recortaban las figuras en otra tela y color, fijándola por medio de un festón, también realizado a máquina. Por lo general los diseños eran reproducciones de lo que en esos años proponían las tanto las revistas femeninas en secciones especializadas como las revistas dedicadas a las labores (costura, tejido, bordado, estampado en tela, pintura en género, teñido).
Si en los 60 la oferta de la industria textil nacional era significativa y permitía, diferenciar un producto de otro, hoy día, luego de la extinción de la misma, la alternativa radica definitivamente en trabajar materiales nuevos o reciclados, de bajo costo, para generar texturas diferenciadoras que perfilen a cada diseñador en su individualidad y construyan la ilusión de la pieza única. Hablo de ilusión porque en rigor las piezas lo son –se estructuran sobre la base de tallas predeterminadas-, pero la presencia de las manualidades y el oficio implicado en ellas las conecta, en algún punto, con los procesos de Alta Costura.
El camino elegido por Makinita de Coser se inscribe claramente en este modo de producción. Sin embargo el mérito del proyecto es haber intuido posibles formas de profesionalizar y profundizar la propuesta inicial que arranca con sus polerones y bolsos. Si comparamos sus trabajos de 2007, con la colección 2012, el cambio es evidente. Ha depurado los motivos gráficos demarcándose de los guiños a las tribus urbanas para centrarse en elementos más abstractos, que no traicionan su sensibilidad de origen. Éstos apelan a imaginarios visuales mucho más amplios, lo que de paso ha ampliado su oferta hacia otros rangos de edades. Y por otra ha mutado desde lo meramente plano a figuras tridimensionales muy sugerentes, principalmente flores, donde la textura, producto de plegados, recogidos u otras técnicas, es la que aporta aquí el rasgo distintivo que ha buscado desde sus inicios. En este sentido algunas de sus prendas recuerdan las texturas dieciochescas, impuestas por Madame Pompadour en la corte de Versailles.
En sus últimos trabajos apreciamos el efecto de una conceptualización mucho más consistente -siempre lo estuvo pero de un modo intuitivo-, que se materializa en el trabajo con el referente histórico. En la última colección recurre a la actriz francesa Brigitte Bardot, como estereotipo femenino, para fijar la silueta 2012-2013. Con la distancia irónica que define su posición creadora, alternado elementos de los 50 y 60, (Bardot es la figura de transición, por excelencia, entre las dos décadas); incorporando detalles levemente infantiles, y explorando las posibilidades del sesgo para delimitar el espacio y remarcar las formas, Paula Román logra condensar aquí todas sus obsesiones. El resultado es sorprendente y promisorio.
*Pía Montalva es diseñadora de la PUC y doctora en Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Chile. Además de autora del libro Morir un poco. Moda y sociedad en Chile 1960 - 1976.
En primer lugar la imagen de una máquina de coser doméstica refiere al conjunto de intervenciones textiles a las que recurre Paula Román para personalizar sus ropas y resolver un problema que afecta al diseño de autor chileno, ¿cómo enfrentar la falta de materiales textiles? Este tipo de máquinas de coser, a diferencia de las industriales, no trabaja con el mismo nivel de especialización lo que normalmente significa efectuar muy eficientemente y en tiempo récord una sola función (costura recta, costura overlock, etc). En cambio la maquina de coser doméstica permite enfrentar los desafíos propios de las manualidades; rasgo que perfila la obra de Román, desde sus inicios.
Los polerones de 2007, con motivos gráficos aplicados, en varias capas, sobre la tela base abren esta línea de trabajo. En estas prendas Makinita mezcla con audacia telas marcadas por connotaciones disímiles. La informalidad propia de la franela de punto, convive armónicamente con el tradicional diseño pied de poule (en lurex), característico de prendas clásicas (trajes de dos piezas, abrigos, vestidos) dirigidas a mujeres adultas, y el charol negro y plata de las aplicaciones.
Si en los 60 la oferta de la industria textil nacional era significativa y permitía, diferenciar un producto de otro, hoy día, luego de la extinción de la misma, la alternativa radica definitivamente en trabajar materiales nuevos o reciclados, de bajo costo, para generar texturas diferenciadoras que perfilen a cada diseñador en su individualidad y construyan la ilusión de la pieza única. Hablo de ilusión porque en rigor las piezas lo son –se estructuran sobre la base de tallas predeterminadas-, pero la presencia de las manualidades y el oficio implicado en ellas las conecta, en algún punto, con los procesos de Alta Costura.
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Vestido que ganó el tercer lugar en concurso Viste La Calle - Drive |
El camino elegido por Makinita de Coser se inscribe claramente en este modo de producción. Sin embargo el mérito del proyecto es haber intuido posibles formas de profesionalizar y profundizar la propuesta inicial que arranca con sus polerones y bolsos. Si comparamos sus trabajos de 2007, con la colección 2012, el cambio es evidente. Ha depurado los motivos gráficos demarcándose de los guiños a las tribus urbanas para centrarse en elementos más abstractos, que no traicionan su sensibilidad de origen. Éstos apelan a imaginarios visuales mucho más amplios, lo que de paso ha ampliado su oferta hacia otros rangos de edades. Y por otra ha mutado desde lo meramente plano a figuras tridimensionales muy sugerentes, principalmente flores, donde la textura, producto de plegados, recogidos u otras técnicas, es la que aporta aquí el rasgo distintivo que ha buscado desde sus inicios. En este sentido algunas de sus prendas recuerdan las texturas dieciochescas, impuestas por Madame Pompadour en la corte de Versailles.
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Sensualidad contenida, la colección verano 2013 de Makinita de Coser |
En sus últimos trabajos apreciamos el efecto de una conceptualización mucho más consistente -siempre lo estuvo pero de un modo intuitivo-, que se materializa en el trabajo con el referente histórico. En la última colección recurre a la actriz francesa Brigitte Bardot, como estereotipo femenino, para fijar la silueta 2012-2013. Con la distancia irónica que define su posición creadora, alternado elementos de los 50 y 60, (Bardot es la figura de transición, por excelencia, entre las dos décadas); incorporando detalles levemente infantiles, y explorando las posibilidades del sesgo para delimitar el espacio y remarcar las formas, Paula Román logra condensar aquí todas sus obsesiones. El resultado es sorprendente y promisorio.
*Pía Montalva es diseñadora de la PUC y doctora en Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Chile. Además de autora del libro Morir un poco. Moda y sociedad en Chile 1960 - 1976.
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