Crear moda con identidad local supone observar, analizar e interpretar materiales, elementos, historias e incluso cosmovisiones del engranaje cultural de comunidades o grupos específicos. Este proceso -que pierde trascendencia cuando es literal- supone mirar a ese “otro” (que también es parte de uno) con respeto y desde su contexto. Sin embargo, en el último tiempo hemos observado con desconcierto, cómo algunas marcas internacionales de moda están convirtiendo la apropiación cultural en una fuente del mismo valor que las tendencias. Los invito a analizar este fenómeno.
La globalización ha traído consigo la unificación y masificación de los estilos. Como una forma de sobresalir y diferenciarse de esa marea de uniformidad a escala global (es cosa de ver el trabajo de los fotógrafos holandeses Ari Versluis y Ellie Uyttenbroek para comprobar aquello), tanto etiquetas de moda internacionales como locales, están buscando inspiración en su entorno.
En el caso de la moda de autor local, la inspiración desde su tierra de origen e identidades locales parece natural y obvia. No obstante, en el caso de las grandes firmas este proceso, muchas veces, se realiza sin entender la real dimensión de esa apropiación cultural, cosificando a las comunidades y sus cosmovisiones y convirtiéndolas en productos descontextualizados y sin relato claro y reivindicativo (más que de causas, de la fuente de origen).
Lo más triste de lo anterior, es que la mayoría de las veces se realiza con grupos indígenas que tienen poco derecho a réplica y cuyo patrimonio pareciera estar a merced del mejor postor, sólo por el hecho de no tener las suficientes protecciones legales nacionales e internacionales para ello.
En el último tiempo los ejemplos se han sucedido uno tras otro. Revisemos:
- Isabel Marant y las indígenas Tlahuitoltepec: el pueblo indígena mexicano Tlahuitoltepec Mixe señaló, hace un par de semanas, que la diseñadora francesa había tomado, sin ninguna autorización y referencia, una blusa típica de la comunidad y la había insertado en su colección a un precio 750% veces superior al de las originales. En este caso el punto de la polémica no era el valor de venta del producto, sino el “enriquecimiento” a costa de una comunidad, cuya blusa no es un mero diseño, sino forma parte de su identidad, ya que encierra un relato que explica parte de su cosmovisión.
- Ralph Lauren y los Nativos americanos: en su deseo por recrear el “estilo americano” el diseñador estadounidense, convirtió a los Nativos americanos en “modelos” de su catálogo de invierno. Hasta ahí no suena nada mal, no obstante el problema es que en ningún momento se contextualizó esta apuesta, ni se hizo referencia a sus protagonistas (en términos generales o a sus historias individuales). Ello los convierte en meros objetos decorativos, casi al mismo nivel que las prendas ofrecidas. El análisis de la Dra. Adrienne Keene resulta muy esclarecedor en este sentido.
- El uso del bindi: si bien no se inserta dentro de una acción llevada a cabo por una marca, si constituye una apropiación cultural de parte de los actores del fashion system, que lo transforman en tendencia y, por ende, en “moda” fuera de contexto. El bindi es el punto, gota o joya que utilizan las hindúes –ojo que me refiero a la religión no a los ciudadanos de la India- sobre su frente, y representa el tercer ojo, el sexto chakra, “ajna”, hogar de la "sabiduría oculta". En este caso, nuevamente se hace un uso banal de una expresión cultural, sin siquiera tener idea de su significado y valor, cosificándolo y convirtiéndole en mero “accesorio”. No obstante, la comunidad hindú femenina no se quedó callada ante este fenómeno y desarrolló una campaña en Twitter para reivindicar su utilización: #ReclaimTheBindi. Coachella 2014 fue el punto de inflexión, que gatilló este movimiento.
Pero no todo es negativo en este panorama. Chanel, a diferencia de los ejemplos anteriores, ha sabido utilizar la apropiación cultural con elegancia y respeto. Tanto así, que la presentación de esas colecciones se realiza en el país o ciudad que le dio la inspiración, generando un relato redondo, donde el contexto es el que le da valor a las prendas. Su colección Crucero Seúl 2015-2016 es la última prueba de ello. Karl Lagerfeld se inspira en el vestido tradicional coreano, el hanbok, para dar vida a las piezas que componen la propuesta.
¿Cómo crees que la moda de autor latina ha resuelto esta delgada línea de la apropiación cultural? ¿Crees que el tratamiento es diferente al de las marcas internacionales?
Los límites peligrosos de la apropiación cultural en la moda: algunos ejemplos
La globalización ha traído consigo la unificación y masificación de los estilos. Como una forma de sobresalir y diferenciarse de esa marea de uniformidad a escala global (es cosa de ver el trabajo de los fotógrafos holandeses Ari Versluis y Ellie Uyttenbroek para comprobar aquello), tanto etiquetas de moda internacionales como locales, están buscando inspiración en su entorno.
En el caso de la moda de autor local, la inspiración desde su tierra de origen e identidades locales parece natural y obvia. No obstante, en el caso de las grandes firmas este proceso, muchas veces, se realiza sin entender la real dimensión de esa apropiación cultural, cosificando a las comunidades y sus cosmovisiones y convirtiéndolas en productos descontextualizados y sin relato claro y reivindicativo (más que de causas, de la fuente de origen).
Lo más triste de lo anterior, es que la mayoría de las veces se realiza con grupos indígenas que tienen poco derecho a réplica y cuyo patrimonio pareciera estar a merced del mejor postor, sólo por el hecho de no tener las suficientes protecciones legales nacionales e internacionales para ello.
En el último tiempo los ejemplos se han sucedido uno tras otro. Revisemos:
- Isabel Marant y las indígenas Tlahuitoltepec: el pueblo indígena mexicano Tlahuitoltepec Mixe señaló, hace un par de semanas, que la diseñadora francesa había tomado, sin ninguna autorización y referencia, una blusa típica de la comunidad y la había insertado en su colección a un precio 750% veces superior al de las originales. En este caso el punto de la polémica no era el valor de venta del producto, sino el “enriquecimiento” a costa de una comunidad, cuya blusa no es un mero diseño, sino forma parte de su identidad, ya que encierra un relato que explica parte de su cosmovisión.
Este tweet de enero de la cantante Susana Harp fue el primer detonador de la polémica |
- Ralph Lauren y los Nativos americanos: en su deseo por recrear el “estilo americano” el diseñador estadounidense, convirtió a los Nativos americanos en “modelos” de su catálogo de invierno. Hasta ahí no suena nada mal, no obstante el problema es que en ningún momento se contextualizó esta apuesta, ni se hizo referencia a sus protagonistas (en términos generales o a sus historias individuales). Ello los convierte en meros objetos decorativos, casi al mismo nivel que las prendas ofrecidas. El análisis de la Dra. Adrienne Keene resulta muy esclarecedor en este sentido.
Imágenes de Indian Country Today Media Network |
- El uso del bindi: si bien no se inserta dentro de una acción llevada a cabo por una marca, si constituye una apropiación cultural de parte de los actores del fashion system, que lo transforman en tendencia y, por ende, en “moda” fuera de contexto. El bindi es el punto, gota o joya que utilizan las hindúes –ojo que me refiero a la religión no a los ciudadanos de la India- sobre su frente, y representa el tercer ojo, el sexto chakra, “ajna”, hogar de la "sabiduría oculta". En este caso, nuevamente se hace un uso banal de una expresión cultural, sin siquiera tener idea de su significado y valor, cosificándolo y convirtiéndole en mero “accesorio”. No obstante, la comunidad hindú femenina no se quedó callada ante este fenómeno y desarrolló una campaña en Twitter para reivindicar su utilización: #ReclaimTheBindi. Coachella 2014 fue el punto de inflexión, que gatilló este movimiento.
La apropiación cultural bien entendida
Pero no todo es negativo en este panorama. Chanel, a diferencia de los ejemplos anteriores, ha sabido utilizar la apropiación cultural con elegancia y respeto. Tanto así, que la presentación de esas colecciones se realiza en el país o ciudad que le dio la inspiración, generando un relato redondo, donde el contexto es el que le da valor a las prendas. Su colección Crucero Seúl 2015-2016 es la última prueba de ello. Karl Lagerfeld se inspira en el vestido tradicional coreano, el hanbok, para dar vida a las piezas que componen la propuesta.
La inspiración enfrentada a su interpretación |
¿Cómo crees que la moda de autor latina ha resuelto esta delgada línea de la apropiación cultural? ¿Crees que el tratamiento es diferente al de las marcas internacionales?
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