Estoy segura que leo más que el promedio noticias sobre industria de la moda. Por lo mismo, mi tendencia a reflexionar y cuestionarme aspectos de cómo se hace moda en Chile y el mundo es superior a la media. Sin embargo, este aspecto me mantiene en una constante encrucijada: ¿cómo abordar mi relación con ciertas marcas cuyos mensajes parecen contradictorios? ¿qué hacer cuando observo que "del dicho al hecho" hay mucho trecho? ¿aislarme, volverme una outsider, meterme al sistema y luchar desde adentro? Después de darle mil vueltas, creo que he encontrado una respuesta que hoy comparto con ustedes.
Cuando se tiene una mentalidad crítica y la esperanza de que las cosas se pueden hacer mejor y ganar todos en el proceso, es inevitable no cuestionarse cómo abordar la relación con ciertas marcas de moda, que son excelentes para predicar sobre buenas prácticas, pero muy malas para implementarlas.
Mi problema es que son justamente, esas etiquetas, las que demandan mayor atención mediática y las que "controlan" de alguna manera el ecosistema fashion, tanto nacional como internacional. Por lo mismo, autoaislarse de ellas es sinónimo de convertirse en outsider, con el riesgo de quedar fuera en un amplio sentido de la palabra.
No obstante, ser condescendiente me convierte en cómplice de situaciones que repudio y mi ética profesional me obliga a no cerrar los ojos, de otra manera no podría dormir pensando en que me transformé en un "padre Gatica" (predica, pero no practica).
Pero ¿cómo lograr un punto medio que no se transforme en tibieza o en el clásico "no quedar mal con nadie"? Mi respuesta ante esa interrogante es participar, pero no callar. Es decir, dar mi punto de vista, pero conociendo todos los lados de la moneda, investigando desde afuera, pero también desde adentro. Es decir, aprovechar la oportunidad de estar con los ejecutivos de esas marcas para preguntar, opinar y contrastar puntos de vista.
Cada día que pasa me convenzo de la potencia de los cambios desde el sistema, del valor de crear un relato y una voz en medio de un mar tormentoso, donde casi nadie está dispuesto a ir a cubierta por temor a mojarse, y por ende, a quedar fuera de invitaciones, auspicios o la red.
Sin embargo, también he notado, que la creación de una conciencia en pos de una "justicia en la moda" es respetada y valorada por la mayoría de los actores tradicionales, ya que no se considera como "caza de brujas", sino como una intención real de activismo en pos de una cadena de valor más armónica, donde el beneficio llegue a todos en función de su participación en los diferentes procesos.
Obviamente este camino está lleno de piedras y cuestas arriba permanentes, además de negativas y puertas cerradas de quienes intermedian esta comunicación: a veces no son las marcas las que "te objetan", sino las agencias de comunicación que te miran como "peligroso".
No obstante, tengo la certeza de que los avances y retrocesos (no me considero infalible y a veces meto la pata), como también la voz en alto, no sólo me ha permitido ser quién soy en el "sistema moda local", sino también me ha ayudado a pararme con la frente en alto, orgullosa que, aunque duela y cueste, la consecuencia si paga.
El dolor de la consecuencia al amar la moda
Cuando se tiene una mentalidad crítica y la esperanza de que las cosas se pueden hacer mejor y ganar todos en el proceso, es inevitable no cuestionarse cómo abordar la relación con ciertas marcas de moda, que son excelentes para predicar sobre buenas prácticas, pero muy malas para implementarlas.
Mi problema es que son justamente, esas etiquetas, las que demandan mayor atención mediática y las que "controlan" de alguna manera el ecosistema fashion, tanto nacional como internacional. Por lo mismo, autoaislarse de ellas es sinónimo de convertirse en outsider, con el riesgo de quedar fuera en un amplio sentido de la palabra.
No obstante, ser condescendiente me convierte en cómplice de situaciones que repudio y mi ética profesional me obliga a no cerrar los ojos, de otra manera no podría dormir pensando en que me transformé en un "padre Gatica" (predica, pero no practica).
Pero ¿cómo lograr un punto medio que no se transforme en tibieza o en el clásico "no quedar mal con nadie"? Mi respuesta ante esa interrogante es participar, pero no callar. Es decir, dar mi punto de vista, pero conociendo todos los lados de la moneda, investigando desde afuera, pero también desde adentro. Es decir, aprovechar la oportunidad de estar con los ejecutivos de esas marcas para preguntar, opinar y contrastar puntos de vista.
Para mi la consultora Eco-Age de Livia Firth -creadora de esta imagen- es el mejor ejemplo de cómo se puede actuar en consecuencia y con la voz en alto desde dentro del sistema |
Cada día que pasa me convenzo de la potencia de los cambios desde el sistema, del valor de crear un relato y una voz en medio de un mar tormentoso, donde casi nadie está dispuesto a ir a cubierta por temor a mojarse, y por ende, a quedar fuera de invitaciones, auspicios o la red.
Sin embargo, también he notado, que la creación de una conciencia en pos de una "justicia en la moda" es respetada y valorada por la mayoría de los actores tradicionales, ya que no se considera como "caza de brujas", sino como una intención real de activismo en pos de una cadena de valor más armónica, donde el beneficio llegue a todos en función de su participación en los diferentes procesos.
Imagen: Eco-Age |
Obviamente este camino está lleno de piedras y cuestas arriba permanentes, además de negativas y puertas cerradas de quienes intermedian esta comunicación: a veces no son las marcas las que "te objetan", sino las agencias de comunicación que te miran como "peligroso".
No obstante, tengo la certeza de que los avances y retrocesos (no me considero infalible y a veces meto la pata), como también la voz en alto, no sólo me ha permitido ser quién soy en el "sistema moda local", sino también me ha ayudado a pararme con la frente en alto, orgullosa que, aunque duela y cueste, la consecuencia si paga.
(Foto principal: 123rf)
COMMENTS