Hablar de la copia en el mundo de la moda resulta incómodo tanto para quienes producen como para quienes consumen. No sólo por sus implicaciones éticas y económicas, sino porque es un fenómeno o acción del que ni chicos, ni grandes se salvan. En algunos sectores como el del calzado, de hecho, se ha convertido casi en una práctica para romper las barreras de entrada y darse a conocer desde la "familiaridad" del modelo de temporada . En ese sentido ¿cómo no caer en sus redes? Hoy le doy una vuelta.
No soy una "cazadora de copias", ni pretendo conocer toda la oferta de la industria de la moda internacional. Por lo mismo, puedo ser presa de la falsa ilusión de la originalidad cuando una marca me presenta una colección interesante donde el "referente" se aleja de mi radio de conocimiento.
Porque quienes copian, sobre todo en la escena local, tienden a ser "cuidadosos" y no dejar rastros de donde vino la "inspiración". Los descarad@s, por suerte, hoy constituyen la excepción.
Pero más allá de analizar las razones que llevan a esta práctica o condenar a quienes lo realizan (no es necesario, para mí es igual a "dispararse en los pies"), me resulta motivante reflexionar cómo arrancar de sus tentáculos, que parecen ser más pegajosos que los de la misma Úrsula de La Sirenita. ¿La respuesta? Resultó ser más sencilla de lo esperado: investigando e innovando.
Ambas etapas son intrínsecas al proceso creativo de una marca, pero dada la velocidad del mercado y la premura por rentar, hoy no parecen tan obvias.
Ello porque supone invertir tiempo en revisar no sólo referentes locales y extranjeros, sino también historia, materiales, oficios, técnicas etc. Toda esa información no sólo ayudará a saber qué es lo que ya existe, sino también proporcionará claves para construir un relato que salga del lugar común y remita a un producto novel, que puede resignificar sin obviar la fuente, si ese es el camino por el que se opta.
Una porción de la escena local se ha caracterizado -sobre todo en el sector zapatos- por ser muy floja en ese sentido y elegir el "fast track" para lograr resultados rápidos, pero poco duraderos, ya que no hay peor publicidad o estrategia de marketing que ser acusado de copión. Ostentar ese título, en un mercado tan chico como el nuestro, es casi como andar con lepra, más aún si se copia al vecino.
Chile y Latinoamérica tiene una riqueza cultural que no justifica "mirar para el lado", que inspira y motiva a innovar. Sin embargo, para ello hay que dedicar tiempo, sacarse los prejuicios y experimentar tanto individual como colectivamente.
Si bien nadie aspira a "inventar el hilo negro" -hay muy pocos en el mundo que podrían presumir de eso y generalmente son considerados "genios"-, al menos, quienes consumimos moda de autor esperamos conseguir prendas o productos que realmente se les haya agregado valor y que su exclusividad no se remita solamente a su stock, sino a su concepción.
Crear sin copiar no es fácil, pero tampoco imposible. Requiere constancia, profesionalismo, ética y pasión.
¿Qué otra senda recomendarías para no copiar?
Repite conmigo: no copiaré, sí investigaré
No soy una "cazadora de copias", ni pretendo conocer toda la oferta de la industria de la moda internacional. Por lo mismo, puedo ser presa de la falsa ilusión de la originalidad cuando una marca me presenta una colección interesante donde el "referente" se aleja de mi radio de conocimiento.
Porque quienes copian, sobre todo en la escena local, tienden a ser "cuidadosos" y no dejar rastros de donde vino la "inspiración". Los descarad@s, por suerte, hoy constituyen la excepción.
Pero más allá de analizar las razones que llevan a esta práctica o condenar a quienes lo realizan (no es necesario, para mí es igual a "dispararse en los pies"), me resulta motivante reflexionar cómo arrancar de sus tentáculos, que parecen ser más pegajosos que los de la misma Úrsula de La Sirenita. ¿La respuesta? Resultó ser más sencilla de lo esperado: investigando e innovando.
Ambas etapas son intrínsecas al proceso creativo de una marca, pero dada la velocidad del mercado y la premura por rentar, hoy no parecen tan obvias.
Ello porque supone invertir tiempo en revisar no sólo referentes locales y extranjeros, sino también historia, materiales, oficios, técnicas etc. Toda esa información no sólo ayudará a saber qué es lo que ya existe, sino también proporcionará claves para construir un relato que salga del lugar común y remita a un producto novel, que puede resignificar sin obviar la fuente, si ese es el camino por el que se opta.
Chile y Latinoamérica tiene una riqueza cultural que no justifica "mirar para el lado", que inspira y motiva a innovar. Sin embargo, para ello hay que dedicar tiempo, sacarse los prejuicios y experimentar tanto individual como colectivamente.
Si bien nadie aspira a "inventar el hilo negro" -hay muy pocos en el mundo que podrían presumir de eso y generalmente son considerados "genios"-, al menos, quienes consumimos moda de autor esperamos conseguir prendas o productos que realmente se les haya agregado valor y que su exclusividad no se remita solamente a su stock, sino a su concepción.
Crear sin copiar no es fácil, pero tampoco imposible. Requiere constancia, profesionalismo, ética y pasión.
¿Qué otra senda recomendarías para no copiar?
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