Hay libros que movilizan a la acción, que incluso sin quererlo, son resolutivos. Eso me pasó al leer "La Segunda Transición. Conversaciones con Alejandro Foxley" de Cony Stipicic y Cecilia Barría. Si bien, muchos de ustedes se preguntarán qué tiene que ver con la moda, les puedo asegurar, que en sus páginas encontré palabras que me hicieron mucho sentido desde la mirada de las industrias creativas. Ello, porque la segunda transición que se propone, tiene más que ver con un cambio cultural, cuyo eje es la colaboración, el trabajo en redes y la innovación, que una transformación política o de políticas. ¿Les suena conocido? Hoy mis reflexiones de este texto asociadas a la moda chilena.
En la primera transición -marcada por el inicio de la democracia post dictadura-, la industria de la moda chilena vivió uno de sus peores momentos. La apertura comercial del país minó su entramado productivo y destruyó su base: la industria textil. Asimismo incentivó la importación desde Asia, relegando el "hecho en Chile" a un plano casi anecdótico.
No obstante, los tiempos cambiaron. La llegada del nuevo siglo, la irrupción de nuevas tecnologías de la comunicación y la globalización, dieron paso al nacimiento de nuevos creativos, que pese a la dificultades bases del sistema, se atrevieron a ofrecer alternativas al mercado de masa a través de un "modelo de negocio", que tomaba a lo local y sus relatos como un diferenciador.
En este contexto, se instalaría el concepto acuñado por Foxley como "la segunda transición", proceso que va aparejado a un cambio cultural, a la transformación de los modelos de relacionamiento de una sociedad acostumbrada -a la fuerza- al individualismo.
De hecho, en ella se aspiraría al trabajo colaborativo, desde una estrategia de desarrollo y crecimiento de mediano y largo plazo, donde todos ganan, empatizan y se involucran.
Lo anterior sería fruto de una cultura de los acuerdos, donde se entienda que ceder no es sinónimo de perder, sino la oportunidad para construir juntos gradualmente, trabajando en un proyecto común con diversidad de visiones y sin absolutismo soberbio.
Muy similar a lo que se puede observar en el mundo asiático, donde la armonía y el colectivo / grupo son fundamentales para construir sociedad. Entendiendo que el fracaso del otro, no es mi éxito, sino también mi fracaso.
Cada uno de los postulados se relacionan directamente con la llamada economía creativa o "economía naranja", que es responsable del 6% del PIB mundial, y también podrían ser llevados, fácilmente, a la realidad de la moda local.
Ello porque estamos en presencia de un sector cuyos principales desafíos están relacionados con la necesidad de fortalecer y articular sus redes, construyendo confianzas que permitan no sólo el trabajo colaborativo en temas específicos, sino desde una mirada del largo plazo.
Esta fórmula, alejada de los egos y potenciada por una trayectoria colectiva, que no busca el éxito automático, sino la consolidación basada en la innovación y el esfuerzo conjunto permitiría que la moda fuera considerada como un sector económico, que aporte a la diversificación de nuestra canasta exportadora y contribuye a la imagen país.
La segunda transición de la moda supone un cambio en la mirada de quienes están involucrados en el área, requiere de una capacitación permanente, no sólo en diseño sino también en negocios, nuevas tecnología, ciencias, ect. bajo la premisa del aprendizaje continuo y la sinergia interdisciplinaria.
Y al igual de lo que se señala en el libro, el Estado debe ser articulador de este proceso, promoviendo una cultura de cooperación, donde todos los actores de la industria -desde el retail hasta los pequeños diseñadores- puedan generar un ecosistema, en que el crecimiento sea con el otro y no a costa del otro.
Suena utópico, pero como insiste Foxley, la base está en la voluntad de trabajar con el otro a pesar de que piense diferente, tomando como guía, "el bien común superior". Los diversos experimentos creativos y de distribución, que han nacido en el último tiempo, permiten soñar que esta trayectoria podría llevarse a cabo.
¿Crees posible una segunda transición de la moda chilena? Yo apuesto por ella.
Hacia dónde va la Segunda Transición de la moda
En la primera transición -marcada por el inicio de la democracia post dictadura-, la industria de la moda chilena vivió uno de sus peores momentos. La apertura comercial del país minó su entramado productivo y destruyó su base: la industria textil. Asimismo incentivó la importación desde Asia, relegando el "hecho en Chile" a un plano casi anecdótico.
No obstante, los tiempos cambiaron. La llegada del nuevo siglo, la irrupción de nuevas tecnologías de la comunicación y la globalización, dieron paso al nacimiento de nuevos creativos, que pese a la dificultades bases del sistema, se atrevieron a ofrecer alternativas al mercado de masa a través de un "modelo de negocio", que tomaba a lo local y sus relatos como un diferenciador.
En este contexto, se instalaría el concepto acuñado por Foxley como "la segunda transición", proceso que va aparejado a un cambio cultural, a la transformación de los modelos de relacionamiento de una sociedad acostumbrada -a la fuerza- al individualismo.
De hecho, en ella se aspiraría al trabajo colaborativo, desde una estrategia de desarrollo y crecimiento de mediano y largo plazo, donde todos ganan, empatizan y se involucran.
Lo anterior sería fruto de una cultura de los acuerdos, donde se entienda que ceder no es sinónimo de perder, sino la oportunidad para construir juntos gradualmente, trabajando en un proyecto común con diversidad de visiones y sin absolutismo soberbio.
Muy similar a lo que se puede observar en el mundo asiático, donde la armonía y el colectivo / grupo son fundamentales para construir sociedad. Entendiendo que el fracaso del otro, no es mi éxito, sino también mi fracaso.
Cada uno de los postulados se relacionan directamente con la llamada economía creativa o "economía naranja", que es responsable del 6% del PIB mundial, y también podrían ser llevados, fácilmente, a la realidad de la moda local.
Ello porque estamos en presencia de un sector cuyos principales desafíos están relacionados con la necesidad de fortalecer y articular sus redes, construyendo confianzas que permitan no sólo el trabajo colaborativo en temas específicos, sino desde una mirada del largo plazo.
Esta fórmula, alejada de los egos y potenciada por una trayectoria colectiva, que no busca el éxito automático, sino la consolidación basada en la innovación y el esfuerzo conjunto permitiría que la moda fuera considerada como un sector económico, que aporte a la diversificación de nuestra canasta exportadora y contribuye a la imagen país.
La segunda transición de la moda supone un cambio en la mirada de quienes están involucrados en el área, requiere de una capacitación permanente, no sólo en diseño sino también en negocios, nuevas tecnología, ciencias, ect. bajo la premisa del aprendizaje continuo y la sinergia interdisciplinaria.
Y al igual de lo que se señala en el libro, el Estado debe ser articulador de este proceso, promoviendo una cultura de cooperación, donde todos los actores de la industria -desde el retail hasta los pequeños diseñadores- puedan generar un ecosistema, en que el crecimiento sea con el otro y no a costa del otro.
Suena utópico, pero como insiste Foxley, la base está en la voluntad de trabajar con el otro a pesar de que piense diferente, tomando como guía, "el bien común superior". Los diversos experimentos creativos y de distribución, que han nacido en el último tiempo, permiten soñar que esta trayectoria podría llevarse a cabo.
¿Crees posible una segunda transición de la moda chilena? Yo apuesto por ella.
(Foto principal: Fortune)
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