La ropa comunica, incluso sin que queramos hacerlo. Dice mucho de quienes somos, lo que creemos y/o de cómo queremos ser vistos por los “otros”. Por este motivo, escoger el vestuario como herramienta comunicacional en un mundo dominado por las imágenes, no sólo ratifica este valor simbólico sino también lo explicita para quienes aún dudan de él. La “black carpet” de los Globos del Oro fueron un ejemplo de aquello, sin embargo, la desobediencia puede ser menos estridente o evidente. Hoy le doy una vuelta.
La indumentaria es un excelente medio para reafirmar y visibilizar nuestros intereses, elecciones y estilos de vida. De hecho, cuando vestimos, le entregamos a los demás de un mecanismo silencioso para leernos.
Si bien muchos argumentarán, que ello sólo es posible cuando hay conciencia de lo que se lleva puesto y no se viste lo que se tiene o puede; el crecimiento explosivo del consumo de ropa (400% más que en los 90s) demuestra que si es un ítem de importancia para las personas, independiente que no entiendan su carga simbólica o su posible trascendencia.
Por lo mismo, históricamente la indumentaria ha sido utilizada por diversos grupos sociales como una herramienta de autoafirmación o visibilización de realidades desiguales.
Un ejemplo de ello, se evidencia en la exposición “Disobedient Objects” (26 de julio 2014 a 1 de febrero 2015) del Victoria and Albert Museum de UK, cuya curadora participó en la 1º versión de Moda Desobediente (2017). Allí se examinaba el fuerte rol de los objetos en los movimientos por el cambio social y cómo sus usos tradicionales podían verse transformados a propósito de ello.
En esta línea, estamos percibiendo hoy, aún con mayor fuerza, como la “desobediencia” al estatus quo puede ser expresada a través del vestir -a la inversa de lo que se muestra en El Cuento de la Criada-, y expresada con acciones tan sutiles como lograr que todas las actrices (o el 99% de ellas) usaran negro en una de las premiaciones más importantes de la industria como los Globos de Oro, en repudio a los casos de abuso sexual destapados el 2017.
De la misma manera, lo evidenciamos, en este lado del continente, en las marchas de #Niunamenos en octubre de 2016, donde se llamaba a vestir de negro, y en los gorros rosados de la Marcha de las Mujeres a principios de 2017, lo que derivó en el Pussyhat Project.
Lo anterior, me lleva a pensar en cómo en nuestro cotidiano, a través de nuestra ropa, estamos “desobedeciendo la norma” o los “hábitos de consumo tradicionales” (neoliberales) y de qué manera podemos hacernos parte de ésta u otras causas actuando desde el vestir.
La respuesta más sencilla la observamos a quienes optan, por ejemplo, en usar indumentaria que se relaciona con cuestionamientos a la industria de la moda como lo son la ropa vegana, de comercio justo y/o sustentable, y cómo ese gesto podría amplificarse en la medida, que aprendiéramos a comunicarlo como lo hicieron en la “black carpet”. Es allí, donde las redes sociales adquieren un rol fundamental dada su capacidad de influencia, tanto a nivel micro como macro, y que me parece estamos desaprovechando (o subutilizando).
En ese sentido, el llamado es a entender que hoy nuestra ropa no solo puede ser el espejo de quienes somos, sino de lo que creemos, creando realidad desde el acto más básico de la cotidianidad: vestirse.
El poder activista de la ropa
La indumentaria es un excelente medio para reafirmar y visibilizar nuestros intereses, elecciones y estilos de vida. De hecho, cuando vestimos, le entregamos a los demás de un mecanismo silencioso para leernos.
Si bien muchos argumentarán, que ello sólo es posible cuando hay conciencia de lo que se lleva puesto y no se viste lo que se tiene o puede; el crecimiento explosivo del consumo de ropa (400% más que en los 90s) demuestra que si es un ítem de importancia para las personas, independiente que no entiendan su carga simbólica o su posible trascendencia.
Por lo mismo, históricamente la indumentaria ha sido utilizada por diversos grupos sociales como una herramienta de autoafirmación o visibilización de realidades desiguales.
Un ejemplo de ello, se evidencia en la exposición “Disobedient Objects” (26 de julio 2014 a 1 de febrero 2015) del Victoria and Albert Museum de UK, cuya curadora participó en la 1º versión de Moda Desobediente (2017). Allí se examinaba el fuerte rol de los objetos en los movimientos por el cambio social y cómo sus usos tradicionales podían verse transformados a propósito de ello.
Cómo hacer un "objeto desobediente" por el VAM |
En esta línea, estamos percibiendo hoy, aún con mayor fuerza, como la “desobediencia” al estatus quo puede ser expresada a través del vestir -a la inversa de lo que se muestra en El Cuento de la Criada-, y expresada con acciones tan sutiles como lograr que todas las actrices (o el 99% de ellas) usaran negro en una de las premiaciones más importantes de la industria como los Globos de Oro, en repudio a los casos de abuso sexual destapados el 2017.
De la misma manera, lo evidenciamos, en este lado del continente, en las marchas de #Niunamenos en octubre de 2016, donde se llamaba a vestir de negro, y en los gorros rosados de la Marcha de las Mujeres a principios de 2017, lo que derivó en el Pussyhat Project.
En 2018 se hará una nueva versión de la Marcha de las Mujeres con los gorros rosados como medios de adhesión y expresión |
Lo anterior, me lleva a pensar en cómo en nuestro cotidiano, a través de nuestra ropa, estamos “desobedeciendo la norma” o los “hábitos de consumo tradicionales” (neoliberales) y de qué manera podemos hacernos parte de ésta u otras causas actuando desde el vestir.
La respuesta más sencilla la observamos a quienes optan, por ejemplo, en usar indumentaria que se relaciona con cuestionamientos a la industria de la moda como lo son la ropa vegana, de comercio justo y/o sustentable, y cómo ese gesto podría amplificarse en la medida, que aprendiéramos a comunicarlo como lo hicieron en la “black carpet”. Es allí, donde las redes sociales adquieren un rol fundamental dada su capacidad de influencia, tanto a nivel micro como macro, y que me parece estamos desaprovechando (o subutilizando).
En ese sentido, el llamado es a entender que hoy nuestra ropa no solo puede ser el espejo de quienes somos, sino de lo que creemos, creando realidad desde el acto más básico de la cotidianidad: vestirse.
(Foto principal: Peta UK)
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