La moda es tramposa y contradictoria. Aún nos sigue engatusando con su relato seductor, que nos hace sentir orgullosos de esas “gangas” de las que no sabemos cómo y por quiénes fueron hechas. Si bien las herramientas para develar ese “misterio” están cada vez más al alcance de la mano, muchos prefieren hacerse los lesos y seguir viviendo en su burbuja desechable. ¿Qué los moviliza a esa complicidad complaciente? Hoy intento develarlo y darte mis razones para que reafirmes tus “votos” y te sumes conmigo al complejo camino del consumo consciente y responsable de moda.
Todos los días miro las actualizaciones de Instagram y me impacto al observar la liviandad con que much@s se toman la industria de la moda, siendo actores activos de ella (como influencers o parte de la escena).
No se confundan. No soy una tonta grave, ni aspiro a que mantengamos un diálogo permanente de cifras económicas, ni de indicadores ambientales y sociales, pero sí de que entendamos que al momento de elegir una marca estamos haciendo una opción política.
Así, tal como lo leen, estamos entregándole nuestro apoyo a un modelo de negocio, a la manera en que una marca desarrolla sus productos. Por lo tanto, si compramos ropa que contaminó las reservas de agua dulce de una localidad en su proceso o que utilizó mano esclava o infantil, le estamos diciendo a esa etiqueta, que avalamos esa conducta, que estamos de acuerdo con esa forma de proceder. Pero ¿realmente lo estamos?
La información está a un click de distancia, a un par de letras en Google a un intercambio de palabras con Siri, pero much@s aún dicen “que no sabían”.
No obstante, ¿esa excusa es válida cuando se destapa la venda de la ignorancia? Porque incluso sabiendo, nos seguimos tentando con moda que tiene olor a sangre o pesticidas, presos de un sistema social que insiste que la felicidad está asociada al tener y parecer, más que al “ser”.
Hoy tenemos que despertar. Tenemos que bajarnos de la nube al estilo “Casablanca” y entender “que no podemos seguir amando la moda mientras el mundo se derrumba”. Tenemos que entender que también somos responsables.
Esa opción, no nos transforma en “sant@s” o en personas con superioridad moral, pero si nos permite ser conscientes de nuestras posibles contradicciones, abrazando el camino de la responsabilidad activa, donde dejamos de ser cómplices silenciosos de una realidad que nos explota en la cara, y la hacemos frente con lo que venga.
¿Qué consecuencias tiene esa elección? Dejar de comprar por comprar; pensar más veces por qué lo que estamos adquiriendo; dejar de sentir placer por la gula consumista de ropa desechable; y ahorrar para poder gastarlo en experiencias o cosas que realmente llenen nuestro espíritu.
Estoy convencida que ese pequeño gesto será el inicio de una revolución, que transformará a la moda en una industria, que deje atrás el título de "la segunda más contaminante después del petróleo" (e injusta), y que la posicione como un sector que realmente quiere cambiar el mundo.
Yo estoy comprometida en aportar mi grano de arena en ello. Y ¿ustedes?
Reafirmar el compromiso por la moda consciente
Todos los días miro las actualizaciones de Instagram y me impacto al observar la liviandad con que much@s se toman la industria de la moda, siendo actores activos de ella (como influencers o parte de la escena).
No se confundan. No soy una tonta grave, ni aspiro a que mantengamos un diálogo permanente de cifras económicas, ni de indicadores ambientales y sociales, pero sí de que entendamos que al momento de elegir una marca estamos haciendo una opción política.
Así, tal como lo leen, estamos entregándole nuestro apoyo a un modelo de negocio, a la manera en que una marca desarrolla sus productos. Por lo tanto, si compramos ropa que contaminó las reservas de agua dulce de una localidad en su proceso o que utilizó mano esclava o infantil, le estamos diciendo a esa etiqueta, que avalamos esa conducta, que estamos de acuerdo con esa forma de proceder. Pero ¿realmente lo estamos?
La información está a un click de distancia, a un par de letras en Google a un intercambio de palabras con Siri, pero much@s aún dicen “que no sabían”.
No obstante, ¿esa excusa es válida cuando se destapa la venda de la ignorancia? Porque incluso sabiendo, nos seguimos tentando con moda que tiene olor a sangre o pesticidas, presos de un sistema social que insiste que la felicidad está asociada al tener y parecer, más que al “ser”.
Desfile de Vivienne Westwood |
Hoy tenemos que despertar. Tenemos que bajarnos de la nube al estilo “Casablanca” y entender “que no podemos seguir amando la moda mientras el mundo se derrumba”. Tenemos que entender que también somos responsables.
Esa opción, no nos transforma en “sant@s” o en personas con superioridad moral, pero si nos permite ser conscientes de nuestras posibles contradicciones, abrazando el camino de la responsabilidad activa, donde dejamos de ser cómplices silenciosos de una realidad que nos explota en la cara, y la hacemos frente con lo que venga.
¿Qué consecuencias tiene esa elección? Dejar de comprar por comprar; pensar más veces por qué lo que estamos adquiriendo; dejar de sentir placer por la gula consumista de ropa desechable; y ahorrar para poder gastarlo en experiencias o cosas que realmente llenen nuestro espíritu.
Estoy convencida que ese pequeño gesto será el inicio de una revolución, que transformará a la moda en una industria, que deje atrás el título de "la segunda más contaminante después del petróleo" (e injusta), y que la posicione como un sector que realmente quiere cambiar el mundo.
Yo estoy comprometida en aportar mi grano de arena en ello. Y ¿ustedes?
(Foto principal: Fair Trade Fashion Show)
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