"Hackear el modelo de la moda" es una necesidad imperativa. Producir y comprar de la manera que venimos haciéndolo, solo nos llevará al despeñadero. Por lo mismo, es necesario aprender de otros modelos de hacer moda, que ponen el foco en el relato, en el "saber hacer" y la historia. A principios de octubre tuve la suerte de conocer -gracias a Corfo- la experiencia de la marca francesa de abanicos y complementos Duvelleroy de Eloïse Gilles y descubrir que mis ilusiones de un cambio de paradigma no sólo son posibles, sino también reales. Hoy Eloïse nos contará cómo logró "resucitar" esta histórica etiqueta gala, transformándola en un objeto de culto.
La nueva vida Duvelleroy (1827) se inicia casi, por una casualidad: una conversación en torno a un abanico perteneciente a la socia de Eloïse. Fueron tantas las preguntas que surgieron de ese objeto, que las motivaron investigar más sobre su fabricante.
De hecho, en esa búsqueda se encontraron con un anticuario que tenía todo el patrimonio, dibujos, materiales, etc de Duvelleroy "conservados de forma milagrosa como el castillo de la bella durmiente".
Ese hallazgo las llevó hacerse diversas preguntas, que dieron comienzo a la historia moderna de Duvelleroy. "¿Cómo leer la herencia de ese patrimonio cuando se llega él; Cómo poner al día el saber hacer, la estrategia de comunicación y distribución cuando se tienen pocos medios?". Y la respuesta vino de la mano del slow fashion y de la misma historia de Duvelleroy.
Para que se hagan una idea, en 1827, cuando nace esta etiqueta, el abanico no estaba de moda. Sin embargo, su creador Jean-Pierre Duvelleroy decidió relanzarlo producto de un evento, lo que lo transformó, al poco tiempo, en un icono.
No obstante ese acierto, con el paso de los años la marca desapareció hasta que Eloïse la resucitó manteniendo su espíritu parisino y características principales, pero adaptadas al siglo XXI. Ello supuso resignificar el legado y patrimonio artesanal de la marca desde códigos modernos no sólo estéticos, sino también materiales.
En ese sentido, hicieron una línea para todos los días (ready to wear), lo que supuso una masificación del objeto y su rejuvenecimiento. Además desarrollaron colaboraciones con artistas modernos, y ampliaron la línea de productos asociados al legado de Duvelleroy.
Para Eloïse la principal lección se relaciona con creer en su intuición y visión y transformarla en realidad. "He descubierto la emoción de colaborar con los mejores talleres para crear objetos concretos, para participar en una discusión con un objetivo final pragmático", afirma.
En esta línea, su posicionamiento en el mercado se ha debido a cómo han logrado mantener ciertas características distintivas de los abanicos como el plisado; así también como han logrado crear un equipo afianzado de artesanos y han investigado en nuevos materiales, que les han permitido tener un precio competitivo. Todo lo anterior entendiendo que los abanicos Duvelleroy son vendidos también como "objeto" de diseño y arquitectura.
Pero esta tradición también tiene sus desafíos. De hecho, Eloïse me confiesa que el prioritario es ser más ecológicos en términos de fabricación. "Ser más sistemáticos en aspectos ambientales como textiles y maderas recicladas, tintas vegetales", explica. A ello se suma lograr ampliar su público desde las plataformas de comunicación propias, que ella califica como "muy humildes".
Aún así, han logrado que sus redes sociales sean un espacio para promover sus relatos y que con ellas nazcan embajadores espontáneos de marca, que han atraído las visitas a la tienda y los perfiles de la etiqueta.
"Porque hay tesoros de conocimientos y herencia que solo necesitan una varita mágica y nuevas energías creativas para revivir y reconectarse con las necesidades de hoy. Ejemplo: los ventiladores hechos a mano tienen un verdadero significado con el cambio climático".
"Con un viento de cambio, totalmente verde y presente donde la gente nos necesita, en festivales al aire libre, lugares calurosos y en una chimenea para los fanáticos, ya que también son objetos. Porque la belleza hecha a mano crea emoción".
¿Dónde comprarlos? En su sitio web y en su tienda en 17 Rue Amélie 75007, París, Francia.
El comienzo: la búsqueda de la historia de un abanico
La nueva vida Duvelleroy (1827) se inicia casi, por una casualidad: una conversación en torno a un abanico perteneciente a la socia de Eloïse. Fueron tantas las preguntas que surgieron de ese objeto, que las motivaron investigar más sobre su fabricante.
De hecho, en esa búsqueda se encontraron con un anticuario que tenía todo el patrimonio, dibujos, materiales, etc de Duvelleroy "conservados de forma milagrosa como el castillo de la bella durmiente".
Ese hallazgo las llevó hacerse diversas preguntas, que dieron comienzo a la historia moderna de Duvelleroy. "¿Cómo leer la herencia de ese patrimonio cuando se llega él; Cómo poner al día el saber hacer, la estrategia de comunicación y distribución cuando se tienen pocos medios?". Y la respuesta vino de la mano del slow fashion y de la misma historia de Duvelleroy.
Para que se hagan una idea, en 1827, cuando nace esta etiqueta, el abanico no estaba de moda. Sin embargo, su creador Jean-Pierre Duvelleroy decidió relanzarlo producto de un evento, lo que lo transformó, al poco tiempo, en un icono.
No obstante ese acierto, con el paso de los años la marca desapareció hasta que Eloïse la resucitó manteniendo su espíritu parisino y características principales, pero adaptadas al siglo XXI. Ello supuso resignificar el legado y patrimonio artesanal de la marca desde códigos modernos no sólo estéticos, sino también materiales.
En ese sentido, hicieron una línea para todos los días (ready to wear), lo que supuso una masificación del objeto y su rejuvenecimiento. Además desarrollaron colaboraciones con artistas modernos, y ampliaron la línea de productos asociados al legado de Duvelleroy.
Las principales lecciones y desafíos de la resurrección de Duvelleroy
Para Eloïse la principal lección se relaciona con creer en su intuición y visión y transformarla en realidad. "He descubierto la emoción de colaborar con los mejores talleres para crear objetos concretos, para participar en una discusión con un objetivo final pragmático", afirma.
En esta línea, su posicionamiento en el mercado se ha debido a cómo han logrado mantener ciertas características distintivas de los abanicos como el plisado; así también como han logrado crear un equipo afianzado de artesanos y han investigado en nuevos materiales, que les han permitido tener un precio competitivo. Todo lo anterior entendiendo que los abanicos Duvelleroy son vendidos también como "objeto" de diseño y arquitectura.
Pero esta tradición también tiene sus desafíos. De hecho, Eloïse me confiesa que el prioritario es ser más ecológicos en términos de fabricación. "Ser más sistemáticos en aspectos ambientales como textiles y maderas recicladas, tintas vegetales", explica. A ello se suma lograr ampliar su público desde las plataformas de comunicación propias, que ella califica como "muy humildes".
Aún así, han logrado que sus redes sociales sean un espacio para promover sus relatos y que con ellas nazcan embajadores espontáneos de marca, que han atraído las visitas a la tienda y los perfiles de la etiqueta.
¿Por qué crees que es importante que haya marcas como Duvelleroy?
"Porque hay tesoros de conocimientos y herencia que solo necesitan una varita mágica y nuevas energías creativas para revivir y reconectarse con las necesidades de hoy. Ejemplo: los ventiladores hechos a mano tienen un verdadero significado con el cambio climático".
¿Cómo te imaginas el futuro de Duvelleroy?
"Con un viento de cambio, totalmente verde y presente donde la gente nos necesita, en festivales al aire libre, lugares calurosos y en una chimenea para los fanáticos, ya que también son objetos. Porque la belleza hecha a mano crea emoción".
¿Dónde comprarlos? En su sitio web y en su tienda en 17 Rue Amélie 75007, París, Francia.
(Fotos gentileza de Duvelleroy)
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