El interés por las artes visuales llevó a la diseñadora gráfica boliviana Lucía Llanque (quien vivió gran parte de su vida en Chile) a la moda. Luego de un periodo en la Academia el Iris, donde pudo experimentar en distintas expresiones artísticas, se encontró casi inevitablemente con la moda: "vi en ella un medio donde podía entrecruzar todas estas áreas", confiesa. Ello sumado a su
deseo por reconectarse con su país de origen derivó en la creación de su marca de indumentaria Kusilla, que en quechua significa "buena cosecha". Hoy nos presentará su propuesta en primera persona.
Lucía me cuenta que Kusilla surge como resultado de su búsqueda por producir prendas con identidad que aprovechen las capacidades locales, siguiendo los parámetros de la moda lenta y el comercio justo.
En esta línea la tradición textil boliviana se transforma en un referente permanente dentro de su proceso creativo. "Los textiles son un lenguaje muy complejo y dicen mucho de las comunidades de donde provienen, los colores y formas que se eligen, no son al azar, cuentan cosas y significan. Mis primeros acercamientos fueron leyendo a Verónica Cereceda, Elvira Espejo y Denise Arnold", explica.
Lo anterior debido a que, si bien nació en Bolivia, a los 13 años se transladó a Chile donde vivió hasta los 31, edad en la que decidió regresar a La Paz por motivos personales y profesionales. "Los profesionales eran justamente relacionados a aprender sobre los textiles andinos y opté por empezar humildemente usando materiales locales tejidos por productores locales. Fue así que en mi primera colección, Valle de las Ánimas (2016), diseñé mi propia tela y fue tejida en telar con lana 100% alpaca en el taller Samanpay de la ciudad de El Alto", comenta.
Esta apuesta creativa creativa, la ha llevado a superponer la estética occidental con los símbolos prehispánicos, como los rombos que expresan la fertilidad o la escalatura del medio círculo tiwanacota. "En Bolivia se ha vuelto común la utilización de símbolos andinos para destacar en el mercado turístico y muchas veces se hace mal uso de ellos, incluso hay aguayos sintéticos y hasta hechos en China", reflexiona.
"Por motivos de salud, durante el 2017 y 2018 no pude ahondar en la investigación de los textiles como me hubiese gustado, viajando a comunidades y aprendiendo de las que de verdad saben: las tejedoras. Afortunadamente en La Paz está el taller de telar de Martha Cajías, una artista plástica que dedicó años de su vida a aprender y enseñar este arte textil, es autora, junto a Teresa Gisbert y Silvia Arze, del libro Arte textil y mundo andino (1987). Ella falleció, pero las que fueron sus alumnas, son ahora mis profesoras", cuenta.
"Llevo dos años viviendo en La Paz de corrido y he podido ver varias marcas con propuestas interesantes, aunque algunas carecen de estándares de calidad. En Santa Cruz he visto marcas que están muy bien posicionadas y tienen calidad de exportación.
Llevo dos colecciones y en ambas he cuidado que todos los acabados sean de alta costura y que la colección tenga una coherencia, que sea un ecosistema, que no sobre ni falte nada. Trabajo bajo los parámetros de un comercio justo, ético y equitativo. Trato de insertarme en esta escena esforzándome por cumplir estándares de calidad en lo técnico y lo creativo, a pesar de estar en un medio adverso a la producción nacional".
Aunque parece irónico, Lucía me cuenta que uno de sus principales desafíos está ligado a la materia prima, ya que apesar de ser un país rico en textiles e identidad, no se da cabida a la producción local.
"Diría que el 95% de las telas que hay en el mercado son chinas, eso es descabellado. Acá hay artesanos y artesanas de lujo, pero no hay políticas públicas que les permitan vivir y potenciar eso.
Hay muchas dificultades para iniciar una empresa, tanto en el campo impositivo como legal, el acceso a los mercados es limitado. Como marca, siempre estoy ante esa disyuntiva. En la segunda colección utilicé telas de todo tipo, sintéticas y naturales, más bien guiada por los colores y texturas que necesitaba para contar lo que quería contar, sin embargo, utilicé las máscaras inspiradas en el Kusillo (buzón andino), al igual que en mi primera colección.
Otro gran desafío es el cuidado del medio ambiente, trato de no botar ni un retazo de tela, los he usado para máscaras, para rellenar cojines, etc. Algunos aún están guardados hasta encontrarles un uso, lo mismo con los pedazos de papel que sobran de los patrones. Entonces para mi próxima colección quiero usar todas las telas que me quedan en el taller e incorporar tejidos naturales nuevamente", afirma.
Para Lucía es fundamental pensar en un futuro en el que pueda fortalecer su equipo de trabajo, rcuperar los saberes de los artesanos locales y logre la calidad que le permita que sus prendas trasciendan en el tiempo.
"Por otro lado, tomando en cuenta que en Bolivia (así como en varios países vecinos) no existen estudios antropométricos de la población, Kusilla asumirá la tarea de hacerlo de manera paulatina, de esta manera, nuestras futuras colecciones abarcarán un abanico de tallas más amplio y diverso", concluye.
¿Dónde comprarlo? En las redes sociales de la marca.
deseo por reconectarse con su país de origen derivó en la creación de su marca de indumentaria Kusilla, que en quechua significa "buena cosecha". Hoy nos presentará su propuesta en primera persona.
La propuesta de Kusilla
Lucía me cuenta que Kusilla surge como resultado de su búsqueda por producir prendas con identidad que aprovechen las capacidades locales, siguiendo los parámetros de la moda lenta y el comercio justo.
En esta línea la tradición textil boliviana se transforma en un referente permanente dentro de su proceso creativo. "Los textiles son un lenguaje muy complejo y dicen mucho de las comunidades de donde provienen, los colores y formas que se eligen, no son al azar, cuentan cosas y significan. Mis primeros acercamientos fueron leyendo a Verónica Cereceda, Elvira Espejo y Denise Arnold", explica.
Lo anterior debido a que, si bien nació en Bolivia, a los 13 años se transladó a Chile donde vivió hasta los 31, edad en la que decidió regresar a La Paz por motivos personales y profesionales. "Los profesionales eran justamente relacionados a aprender sobre los textiles andinos y opté por empezar humildemente usando materiales locales tejidos por productores locales. Fue así que en mi primera colección, Valle de las Ánimas (2016), diseñé mi propia tela y fue tejida en telar con lana 100% alpaca en el taller Samanpay de la ciudad de El Alto", comenta.
Esta apuesta creativa creativa, la ha llevado a superponer la estética occidental con los símbolos prehispánicos, como los rombos que expresan la fertilidad o la escalatura del medio círculo tiwanacota. "En Bolivia se ha vuelto común la utilización de símbolos andinos para destacar en el mercado turístico y muchas veces se hace mal uso de ellos, incluso hay aguayos sintéticos y hasta hechos en China", reflexiona.
"Por motivos de salud, durante el 2017 y 2018 no pude ahondar en la investigación de los textiles como me hubiese gustado, viajando a comunidades y aprendiendo de las que de verdad saben: las tejedoras. Afortunadamente en La Paz está el taller de telar de Martha Cajías, una artista plástica que dedicó años de su vida a aprender y enseñar este arte textil, es autora, junto a Teresa Gisbert y Silvia Arze, del libro Arte textil y mundo andino (1987). Ella falleció, pero las que fueron sus alumnas, son ahora mis profesoras", cuenta.
La escena de la moda de autor boliviana según Kusilla
"Llevo dos años viviendo en La Paz de corrido y he podido ver varias marcas con propuestas interesantes, aunque algunas carecen de estándares de calidad. En Santa Cruz he visto marcas que están muy bien posicionadas y tienen calidad de exportación.
Llevo dos colecciones y en ambas he cuidado que todos los acabados sean de alta costura y que la colección tenga una coherencia, que sea un ecosistema, que no sobre ni falte nada. Trabajo bajo los parámetros de un comercio justo, ético y equitativo. Trato de insertarme en esta escena esforzándome por cumplir estándares de calidad en lo técnico y lo creativo, a pesar de estar en un medio adverso a la producción nacional".
El principal desafío al que se enfrenta Kusilla
Aunque parece irónico, Lucía me cuenta que uno de sus principales desafíos está ligado a la materia prima, ya que apesar de ser un país rico en textiles e identidad, no se da cabida a la producción local.
"Diría que el 95% de las telas que hay en el mercado son chinas, eso es descabellado. Acá hay artesanos y artesanas de lujo, pero no hay políticas públicas que les permitan vivir y potenciar eso.
Hay muchas dificultades para iniciar una empresa, tanto en el campo impositivo como legal, el acceso a los mercados es limitado. Como marca, siempre estoy ante esa disyuntiva. En la segunda colección utilicé telas de todo tipo, sintéticas y naturales, más bien guiada por los colores y texturas que necesitaba para contar lo que quería contar, sin embargo, utilicé las máscaras inspiradas en el Kusillo (buzón andino), al igual que en mi primera colección.
Otro gran desafío es el cuidado del medio ambiente, trato de no botar ni un retazo de tela, los he usado para máscaras, para rellenar cojines, etc. Algunos aún están guardados hasta encontrarles un uso, lo mismo con los pedazos de papel que sobran de los patrones. Entonces para mi próxima colección quiero usar todas las telas que me quedan en el taller e incorporar tejidos naturales nuevamente", afirma.
Imaginando el futuro de Kusilla
Para Lucía es fundamental pensar en un futuro en el que pueda fortalecer su equipo de trabajo, rcuperar los saberes de los artesanos locales y logre la calidad que le permita que sus prendas trasciendan en el tiempo.
"Por otro lado, tomando en cuenta que en Bolivia (así como en varios países vecinos) no existen estudios antropométricos de la población, Kusilla asumirá la tarea de hacerlo de manera paulatina, de esta manera, nuestras futuras colecciones abarcarán un abanico de tallas más amplio y diverso", concluye.
¿Dónde comprarlo? En las redes sociales de la marca.
(Fotos gentileza de Kusilla)
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