El coronavirus o COVID-19 está impactando todos los sectores económicos y amenaza con una posible recesión. La industria de la moda no ha sido la excepción. De hecho, la expansión del virus afectó fuertemente el desarrollo de las semanas de la moda europeas, y ha puesto en jaque la cadena de distribución con los cierres de fronteras y aeropuertos desde y hacia ciertos destinos. El consumo de moda también se ha visto mermado por las cuarentenas y los cierres preventivos de tiendas y grandes espacios comerciales. Pero ¿cómo se espera que evolucione este escenario? Hoy lo analizamos, en un contexto, donde Latinoamérica comienza a reportar sus primeros casos de infectados.
Las primeras consecuencias del coronavirus en la moda están vinculadas con la cadena de producción. Los cierres de puertos y aeropuertos a determinados destinos y las cuarentenas han complicado la logística de las marcas deslocalizadas, cuyos principales centros de producción están en China (país que partió con la enfermedad).
Ello ha obligado a repensar la distribución, que también se ha visto impactada por la volatibilidad del precio del dólar, que incrementado los valores de las importaciones de vestuario.
A lo anterior, se ha sumado lo ocurrido en las semanas de la moda europeas, particularmente la de Milán y París que se desarrollaron en casi pleno peak del contagio, que no sólo suspendieron desfiles o los hicieron a "puerta cerrada", sino también tuvieron una merma significativa de compradores, lo que afectó a sobre todo a las marcas jóvenes e independientes que ven esos eventos como el espacio para posicionarse en la industria.
De hecho, este fenómeno llevó a que Anna Wintour, la emblemática directora artística del grupo editorial Condé Nast y editora en jefe de Vogue USA, hiciera un llamado a pensar en un "reajuste radical y a no abandonar a los jóvenes talentos emergentes".
Pero las consecuencias no sólo han afectado las primeras etapas de la cadena de valor, sino también la final vinculada con la compra de ropa. Ello, porque las restricciones de movimiento o las medidas preventivas han inhibido los desplazamiento a las tiendas, así también como la motivación de comprar ropa.
Lo anterior pensando en que el COVID-19 tiene más facilidades de transmitirse en espacios aglomerados. En el caso de las tiendas de vestuario se suma además, que los estornudos y la tos de personas infectados sobre los textiles puede mantener el virus en esas fibras por una semana o más.
En ese sentido, el gran desafío de la industria está siendo cómo seguir moviendo el negocio a través de canales alternativos, extremando las medidas de higiene y seguridad para todas las personas que participan de su cadena de valor (con el objetivo también de que no se generen un impacto muy fuerte en el empleo del sector).
Entre las primeras acciones se encuentran, por ejemplo, cerrar ciertos puntos de venta y potenciar la venta por Internet. Asimismo, instaurar el teletrabajo como la solución para que los aspectos del negocio, que no requieren contacto humano, puedan seguir funcionando.
No obstante, un reportaje de BOF recuerda que "aunque la tecnología ha facilitado el contacto remoto, muchos aspectos del negocio de la moda todavía se llevan a cabo en gran medida en persona. Hay excepciones a cada regla, pero tareas como colocar ropa en un modelo, drapear prendas y sesiones de fotos requieren contacto humano", insiste.
Pero ante esta situación, las grandes compañías han tenido que adaptarse rápidamente, lo que sin duda no es tan complejo para las pequeñas etiquetas de moda locales, cuyos talleres o showroom, muchas veces, coinciden con sus hogares.
Este aspecto le entrega una oportunidad impensada a las marcas de autor, que tienen una estructura de producción localizada, espacios de venta online y buen sistema de distribución, ya que todo apunta, que son esos canales los que se fortalecerán en medio de la emergencia sanitaria.
Por otra parte, esta contingencia podría ser también un buen momento para cuestionarnos sobre nuestro consumo y empezar a priorizar las compras de moda consciente por sobre las impulsivas, porque se limitan las alternativas de "tentarse" ante las limitaciones antes señaladas.
No obstante todo ello, la última palabra aún no se escribe respecto a las consecuencias del coronavirus y dependiendo de la velocidad de contención o contagio, estas consecuencias pueden modificarse sin aviso.
Lo claro es que hoy la industria de la moda navega, más que nunca, en la incertidumbre.
Las consecuencias del coronavirus en la industria de la moda
Las primeras consecuencias del coronavirus en la moda están vinculadas con la cadena de producción. Los cierres de puertos y aeropuertos a determinados destinos y las cuarentenas han complicado la logística de las marcas deslocalizadas, cuyos principales centros de producción están en China (país que partió con la enfermedad).
Ello ha obligado a repensar la distribución, que también se ha visto impactada por la volatibilidad del precio del dólar, que incrementado los valores de las importaciones de vestuario.
A lo anterior, se ha sumado lo ocurrido en las semanas de la moda europeas, particularmente la de Milán y París que se desarrollaron en casi pleno peak del contagio, que no sólo suspendieron desfiles o los hicieron a "puerta cerrada", sino también tuvieron una merma significativa de compradores, lo que afectó a sobre todo a las marcas jóvenes e independientes que ven esos eventos como el espacio para posicionarse en la industria.
De hecho, este fenómeno llevó a que Anna Wintour, la emblemática directora artística del grupo editorial Condé Nast y editora en jefe de Vogue USA, hiciera un llamado a pensar en un "reajuste radical y a no abandonar a los jóvenes talentos emergentes".
Pero las consecuencias no sólo han afectado las primeras etapas de la cadena de valor, sino también la final vinculada con la compra de ropa. Ello, porque las restricciones de movimiento o las medidas preventivas han inhibido los desplazamiento a las tiendas, así también como la motivación de comprar ropa.
Lo anterior pensando en que el COVID-19 tiene más facilidades de transmitirse en espacios aglomerados. En el caso de las tiendas de vestuario se suma además, que los estornudos y la tos de personas infectados sobre los textiles puede mantener el virus en esas fibras por una semana o más.
En ese sentido, el gran desafío de la industria está siendo cómo seguir moviendo el negocio a través de canales alternativos, extremando las medidas de higiene y seguridad para todas las personas que participan de su cadena de valor (con el objetivo también de que no se generen un impacto muy fuerte en el empleo del sector).
Entre las primeras acciones se encuentran, por ejemplo, cerrar ciertos puntos de venta y potenciar la venta por Internet. Asimismo, instaurar el teletrabajo como la solución para que los aspectos del negocio, que no requieren contacto humano, puedan seguir funcionando.
No obstante, un reportaje de BOF recuerda que "aunque la tecnología ha facilitado el contacto remoto, muchos aspectos del negocio de la moda todavía se llevan a cabo en gran medida en persona. Hay excepciones a cada regla, pero tareas como colocar ropa en un modelo, drapear prendas y sesiones de fotos requieren contacto humano", insiste.
Pero ante esta situación, las grandes compañías han tenido que adaptarse rápidamente, lo que sin duda no es tan complejo para las pequeñas etiquetas de moda locales, cuyos talleres o showroom, muchas veces, coinciden con sus hogares.
Este aspecto le entrega una oportunidad impensada a las marcas de autor, que tienen una estructura de producción localizada, espacios de venta online y buen sistema de distribución, ya que todo apunta, que son esos canales los que se fortalecerán en medio de la emergencia sanitaria.
Por otra parte, esta contingencia podría ser también un buen momento para cuestionarnos sobre nuestro consumo y empezar a priorizar las compras de moda consciente por sobre las impulsivas, porque se limitan las alternativas de "tentarse" ante las limitaciones antes señaladas.
No obstante todo ello, la última palabra aún no se escribe respecto a las consecuencias del coronavirus y dependiendo de la velocidad de contención o contagio, estas consecuencias pueden modificarse sin aviso.
Lo claro es que hoy la industria de la moda navega, más que nunca, en la incertidumbre.
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