Los días de cuarentena por el coronavirus COVID-19 se pueden hacer eternos, más aún cuando el espacio es reducido y no se puede separar la vida laboral de la personal producto del teletrabajo. En ese escenario, vestirse supone una acción casi innecesaria y la tentación de vivir en pijamas es enorme. Sin embargo, mantener las rutinas -donde cambiarse de ropa es una parte fundamental- no sólo nos ayuda a regular nuestro sistema inmunológico, sino también contribuye a nuestro ánimo y energía diaria. Pero ¿cómo se piensa la ropa en este contexto tan anómalo? Hoy les cuento mi experiencia.
Como muchxs de ustedes, estoy haciendo teletrabajo, lo que supone no usar la misma ropa con la que voy a la oficina. No necesito tanta formalidad, más aún cuando tengo que lidiar con un pre-escolar y las labores básicas del hogar (hacer almuerzo, por ejemplo).
Si bien, varias veces he tenido la tentación de quedarme en pijama, no lo hago, porque siento que mantener una rutina simple de horarios, me ha ayudado a conservar la moral alta (en la medida de lo posible) y a marcar mi jornada entre día - noche; y teletrabajo - vida doméstica (aunque este último binomio es bien relativo).
Pero por más que quiera, esta nueva realidad forzosa no se inserta bajo ningún contexto conocido, por lo que todas las decisiones que tomo en ella, son inéditas para mí y todxs quienes estamos en la misma a lo largo del mundo.
En ese sentido, mi relación con la ropa se ha flexibilizado aún más de lo que ya la tengo. Es decir, trato de utilizar vestimenta que sea cómoda (más informal) y que refuerce mi ánimo positivamente para mirarme al espejo con una sonrisa y amor. No es momento para estresarme con prendas que no calcen o despierten inseguridades.
Asimismo, no tengo miedo -confieso que nunca lo he tenido en circunstancias normales- a repetir, incluso cuando tengo videoconferencias con las mismas personas dos días seguidos. Mis tenidas se renuevan con accesorios o diferentes polerones y chalecos. No siento ninguna presión por mostrarme de tal o cual manera. De hecho, casi no me maquillo, pero si mantengo una rutina de belleza que es parte de mi autocuidado físico - mental.
En este sentido, mi estilo se ha mantenido, pero también he reforzado aún más mi vocación por la moda local y sustentable, pensando -por ejemplo- que lavar es un privilegio en un país, donde hay muchas personas que no tienen agua ni para lavarse las manos por culpa de la macro sequía. Por lo mismo, cuidado mucho más mi ropa, intento no usar plancha y secar en la terraza cuando el sol lo permite.
En estos días no sólo me he cuestionado qué vestir, sino también qué es lo que tengo y qué tipo de ropa realmente debería tener de ahora en adelante (si fuese necesario). A quiénes les daré de ahora en adelante mi preferencia, quiénes se han puesto a la altura de esta emergencia sanitaria y qué no aceptaré de la industria de la moda.
En estos días en que vestirme se ha hecho una tarea, por momentos, dolorosa (vestirse para no salir...), he renovado mi compromiso con aquellxs creativos que siguen sobreviviendo (el estallido social dejó a varios heridxs) y que saben que cuentan conmigo (contigo también espero).
Lo anterior no responde a chauvinismo, sino a un hecho para mí incuestionable: la moda sin relato, sin identidad, sin activismo, no me sirve.
Hoy para mí vestir es una acto de rebeldía, de resistencia ante un "bicho" (como le dice Pedrito), cuya principal amenaza es la indiferencia.
Vestir en cuarentena
Como muchxs de ustedes, estoy haciendo teletrabajo, lo que supone no usar la misma ropa con la que voy a la oficina. No necesito tanta formalidad, más aún cuando tengo que lidiar con un pre-escolar y las labores básicas del hogar (hacer almuerzo, por ejemplo).
Si bien, varias veces he tenido la tentación de quedarme en pijama, no lo hago, porque siento que mantener una rutina simple de horarios, me ha ayudado a conservar la moral alta (en la medida de lo posible) y a marcar mi jornada entre día - noche; y teletrabajo - vida doméstica (aunque este último binomio es bien relativo).
Pero por más que quiera, esta nueva realidad forzosa no se inserta bajo ningún contexto conocido, por lo que todas las decisiones que tomo en ella, son inéditas para mí y todxs quienes estamos en la misma a lo largo del mundo.
En ese sentido, mi relación con la ropa se ha flexibilizado aún más de lo que ya la tengo. Es decir, trato de utilizar vestimenta que sea cómoda (más informal) y que refuerce mi ánimo positivamente para mirarme al espejo con una sonrisa y amor. No es momento para estresarme con prendas que no calcen o despierten inseguridades.
Asimismo, no tengo miedo -confieso que nunca lo he tenido en circunstancias normales- a repetir, incluso cuando tengo videoconferencias con las mismas personas dos días seguidos. Mis tenidas se renuevan con accesorios o diferentes polerones y chalecos. No siento ninguna presión por mostrarme de tal o cual manera. De hecho, casi no me maquillo, pero si mantengo una rutina de belleza que es parte de mi autocuidado físico - mental.
En este sentido, mi estilo se ha mantenido, pero también he reforzado aún más mi vocación por la moda local y sustentable, pensando -por ejemplo- que lavar es un privilegio en un país, donde hay muchas personas que no tienen agua ni para lavarse las manos por culpa de la macro sequía. Por lo mismo, cuidado mucho más mi ropa, intento no usar plancha y secar en la terraza cuando el sol lo permite.
En estos días no sólo me he cuestionado qué vestir, sino también qué es lo que tengo y qué tipo de ropa realmente debería tener de ahora en adelante (si fuese necesario). A quiénes les daré de ahora en adelante mi preferencia, quiénes se han puesto a la altura de esta emergencia sanitaria y qué no aceptaré de la industria de la moda.
En estos días en que vestirme se ha hecho una tarea, por momentos, dolorosa (vestirse para no salir...), he renovado mi compromiso con aquellxs creativos que siguen sobreviviendo (el estallido social dejó a varios heridxs) y que saben que cuentan conmigo (contigo también espero).
Lo anterior no responde a chauvinismo, sino a un hecho para mí incuestionable: la moda sin relato, sin identidad, sin activismo, no me sirve.
Hoy para mí vestir es una acto de rebeldía, de resistencia ante un "bicho" (como le dice Pedrito), cuya principal amenaza es la indiferencia.
COMMENTS