El clóset de Camila Cádiz fue el disparador creativo para dar vida a su espacio y marca de ropa de segunda mano, El Hábito. "Tenía tanta ropa que esperaba un estreno que nunca llegó, que un día me cansé y me fui a vender a la cuneta del Persa Bío Bío todas esas cosas que, a fin de cuentas, no eran para mí", confiesa. Ese impulso la llevó, posteriormente, a montar una tienda cuya curatoría de vestuario está permeada por la estética de su infancia. "La fotografía análoga, el amor que se tuvieron mis padres, muchas películas, los videos del MTV de los 90s, la música de los 80s... más o menos las cosas que me hacen feliz", insiste. Hoy nos contará cómo este oasis de tesoros resignificados está sorteando la pandemia.
Camila relata que el cine alimentó para siempre su imaginario estético, pero la calle también influye mucho en lo que busca cuando piensa en una nueva selección. "Me anima ver cómo caen las prendas sobre la gente que uno se cruza, cómo se mueven las telas, qué siluetas son mis favoritas, el color que toman los ventanales en ciertas horas del día, los viejos que se van poniendo 'desaliñados', pero que al final terminan imponiendo 'algo', los colores y los volúmenes de los vagabundos, los detalles de algunos lugares, cosas así", describe.
"Sí. Cambió para bien y para mal. Si bien somos más personas trabajando todos los días en torno al 'consumo responsable' al tener real interés por 'saber de dónde viene mi prenda', o 'quién la hizo', 'a quién le estoy dando mi dinero', 'cómo viene envuelta' o 'de qué está hecha', está también el otro lado, más incómodo.
Pienso que estar encerradas nos alteró a todas de distintas formas; una de ellas fue el consumismo de cientos de cosas que no necesitamos. Con o sin pandemia, la demanda de esos productos hace que la sobreexplotación de recursos finitos del planeta y temas como la contaminación, la pobreza, la explotación animal y las zonas de sacrificio se vuelvan aún más críticos. Lo más triste de esto es que parece que, aunque compramos más, no somos necesariamente más felices.
Como consumidora siento que es urgente nos pongamos en contacto con esa incomodidad de saber el real origen de las cosas para buscar nuevas formas de relacionarnos con lo que queremos. Como dueños de un negocio o una marca siento que es importante salir del sistema, aunque sea para asomar la cabeza, porque afuera puede haber algo nuevo que nos puede hacer bien a todas".
Camila señala que el principal desafío que enfrentó en pandemia fue cultivar la paciencia en la comunidad de personas que siguen al Hábito, ya que tomó la difícil decisión de no hacer envíos, en un momento en que todo parecía indicar que la única forma de sobrevivir era seguir vendiendo.
"Detrás de esta iniciativa que puede sonar a pereza o falta de gestión, en realidad hay toda una idea sobre el comercio local en pro de una economía más amigable con el medio ambiente. Pero principalmente busco cultivar una visión más crítica, menos instantánea y sobre todo menos competitiva, que es algo que se da mucho en redes sociales.
Además, me parece que una circunstancia tan delicada como una pandemia mundial –producto de la explotación animal que a su vez está dejando a miles y miles de personas muertas en todo el mundo– era una situación que sugería detenernos a mirarnos de cerca. Para eso tuve que sostener al Hábito haciendo otras actividades, y si bien no aumentaron nuestros seguidores en redes sociales, ni tampoco se realizaron ventas durante siete meses, la comunidad interesada en mi trabajo se fortaleció a punta de ideales. Eso para mi es hermoso y profundamente inspirador, así que sí: de todas maneras me siento mucho más fuerte", afirma.
A pesar de la incertidumbre reinante, Camila no duda en soñar sobre el futuro de El Hábito. "Quiero ver al Hábito en otro escenario, relacionado a proyectos de activismo, por ejemplo. Me imagino a la marca rodeada de una comunidad que no solo busca vestirse responsablemente, sino también sentirse mejor", concluye.
¿Dónde? Sábados y domingos de 11:00 a 17:00 hrs. en calle Víctor Manuel #2250, Galpón 2, local 53 en el Persa Víctor Manuel (metro Bío Bío, línea 6).
Los factores que influyen en la selección del catálogo de El Hábito
Camila relata que el cine alimentó para siempre su imaginario estético, pero la calle también influye mucho en lo que busca cuando piensa en una nueva selección. "Me anima ver cómo caen las prendas sobre la gente que uno se cruza, cómo se mueven las telas, qué siluetas son mis favoritas, el color que toman los ventanales en ciertas horas del día, los viejos que se van poniendo 'desaliñados', pero que al final terminan imponiendo 'algo', los colores y los volúmenes de los vagabundos, los detalles de algunos lugares, cosas así", describe.
¿Crees que la pandemia cambió los hábitos de los consumidorxs chilenos de moda?
"Sí. Cambió para bien y para mal. Si bien somos más personas trabajando todos los días en torno al 'consumo responsable' al tener real interés por 'saber de dónde viene mi prenda', o 'quién la hizo', 'a quién le estoy dando mi dinero', 'cómo viene envuelta' o 'de qué está hecha', está también el otro lado, más incómodo.
Pienso que estar encerradas nos alteró a todas de distintas formas; una de ellas fue el consumismo de cientos de cosas que no necesitamos. Con o sin pandemia, la demanda de esos productos hace que la sobreexplotación de recursos finitos del planeta y temas como la contaminación, la pobreza, la explotación animal y las zonas de sacrificio se vuelvan aún más críticos. Lo más triste de esto es que parece que, aunque compramos más, no somos necesariamente más felices.
Como consumidora siento que es urgente nos pongamos en contacto con esa incomodidad de saber el real origen de las cosas para buscar nuevas formas de relacionarnos con lo que queremos. Como dueños de un negocio o una marca siento que es importante salir del sistema, aunque sea para asomar la cabeza, porque afuera puede haber algo nuevo que nos puede hacer bien a todas".
El principal desafío de El Hábito en pandemia
Camila señala que el principal desafío que enfrentó en pandemia fue cultivar la paciencia en la comunidad de personas que siguen al Hábito, ya que tomó la difícil decisión de no hacer envíos, en un momento en que todo parecía indicar que la única forma de sobrevivir era seguir vendiendo.
"Detrás de esta iniciativa que puede sonar a pereza o falta de gestión, en realidad hay toda una idea sobre el comercio local en pro de una economía más amigable con el medio ambiente. Pero principalmente busco cultivar una visión más crítica, menos instantánea y sobre todo menos competitiva, que es algo que se da mucho en redes sociales.
Además, me parece que una circunstancia tan delicada como una pandemia mundial –producto de la explotación animal que a su vez está dejando a miles y miles de personas muertas en todo el mundo– era una situación que sugería detenernos a mirarnos de cerca. Para eso tuve que sostener al Hábito haciendo otras actividades, y si bien no aumentaron nuestros seguidores en redes sociales, ni tampoco se realizaron ventas durante siete meses, la comunidad interesada en mi trabajo se fortaleció a punta de ideales. Eso para mi es hermoso y profundamente inspirador, así que sí: de todas maneras me siento mucho más fuerte", afirma.
¿El futuro de El Hábito?
A pesar de la incertidumbre reinante, Camila no duda en soñar sobre el futuro de El Hábito. "Quiero ver al Hábito en otro escenario, relacionado a proyectos de activismo, por ejemplo. Me imagino a la marca rodeada de una comunidad que no solo busca vestirse responsablemente, sino también sentirse mejor", concluye.
¿Dónde? Sábados y domingos de 11:00 a 17:00 hrs. en calle Víctor Manuel #2250, Galpón 2, local 53 en el Persa Víctor Manuel (metro Bío Bío, línea 6).
(Fotos gentileza de El Hábito)
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