A dos años del llamado "estallido o revuelta social" todavía resuenan en nuestras cabezas palabras y frases que se convirtieron en hashtag y pancartas, que nos obligaban a pensar en una nueva forma no sólo de concebir el país y el bien común, sino también nuestro rol como ciudadanía. Ese instancia fue un momento fértil para mirar lo local y reflexionar sobre nuestras formas de consumo en un sistema que nos había acostumbrado a actuar de manera impulsiva e inconsciente. Muchxs abogaron por una nueva oportunidad para la moda local y una transformación de lxs ciudadanxs hacia la sostenibilidad. ¿Cuánto hemos avanzado de ese día? Hoy lo analizo.
No voy a ser cínica, ni voy a decir que todo cambió para mejor ese 18 de octubre de 2019, que comenzamos a construir una nueva sociedad y que hoy estamos avanzando hacia un modelo nuevo, de libertad y respeto. Sin duda, ese día se produjo un punto de "no retorno", pero la maceta a la que hemos llegado no es ni cercana a lo que me imaginaba.
Me dirán, "obvio, los cambios culturales no son de un día para otro", y estoy complemente de acuerdo. De hecho, lo que si creo que ha ocurrido desde ese día, es que muchas personas comenzaron a hacerse preguntas y si bien su vida no cambió demasiado, hay aspectos en lo que ahora al menos dudan, se toman unos segundos antes de dar por "normal" conductas o estímulos que el sistema neoliberal nos ofrecía como única salida para ser felices, para sentirnxs conformes con nosotrxs mismxs.
Lo anterior ha provocado que un grupo importante de personas empiecen a buscar nuevas alternativas de vivir, lo que desde el mundo de la moda, se traduce en una conciencia más fina hacia lo que compran o tienen. Hoy ven a la moda local como alternativa, y han sumado a su vocabulario palabras como sustentable y sostenible (sin necesariamente saber con claridad qué significan). Todavía ese grupo es pequeño, pero ha ido creciendo lento y consistentemente.
No obstante, junto a él coexiste un grupo grande que hizo como que despertó con el estallido y luego la pandemia, pero realmente solo se dejó llevar por la adrenalina del momento y hoy sigue caminando por la misma senda de antes, esperando casi un Apocalipsis para dejar de ser cómplices pasivxs de prácticas abusivas que se disfrazan con lindos hashtag. Lamentablemente ellxs todavía entran en éxtasis con liquidaciones, que entre precios absurdos, nos hablan de contaminación y esclavitud encubierta (no hay que ser unx genix de las matemáticas para notarlo).
En ese sentido, más que mirar el vaso medio vacío y golpearnos contra la muralla por esa sensación de avanzar en un pantano de lentitud y, a veces, desidia, creo que es el momento para reencantarnos con toda la energía positiva que brotó ese 18 de octubre de 2019 y que la transformemos en acción: acción por el clima, acción por nuestras comunidades, acción por nosotrxs mismxs. Que dejemos la demagogia, y que plasmemos las palabras en nuevos hábitos cotidianos que hablen de nuestro deseo de crear un país, cuya riqueza alcance para todxs y que "la dignidad sea costumbre", no solo un slogan de redes sociales.
Para iniciar ese camino, no tenemos que transformarnos en otras personas o caer en el absurdo del perfeccionismo. Podemos partir desde nuestros hogares, realizando acciones tan simples como cuestionándonos de dónde viene nuestra ropa, quién la hizo y con qué y cómo ha sido confeccionada. Esas preguntas nos llevarán a respuestas, muchas veces incómodas, que no se ajustan a ese ideal de sociedad que soñamos. Por lo mismo, más que caer en el conformismo o la depresión, ese descubrimiento nos tiene que servir como motivación para cambiar de estilo de vida, para cambiar el verbo al vestir y convertir los sentimientos de esperanza de ese 18 de octubre en realidad.
A dos años del estallido: ¿cuánto hemos avanzado en la moda?
No voy a ser cínica, ni voy a decir que todo cambió para mejor ese 18 de octubre de 2019, que comenzamos a construir una nueva sociedad y que hoy estamos avanzando hacia un modelo nuevo, de libertad y respeto. Sin duda, ese día se produjo un punto de "no retorno", pero la maceta a la que hemos llegado no es ni cercana a lo que me imaginaba.
Me dirán, "obvio, los cambios culturales no son de un día para otro", y estoy complemente de acuerdo. De hecho, lo que si creo que ha ocurrido desde ese día, es que muchas personas comenzaron a hacerse preguntas y si bien su vida no cambió demasiado, hay aspectos en lo que ahora al menos dudan, se toman unos segundos antes de dar por "normal" conductas o estímulos que el sistema neoliberal nos ofrecía como única salida para ser felices, para sentirnxs conformes con nosotrxs mismxs.
Lo anterior ha provocado que un grupo importante de personas empiecen a buscar nuevas alternativas de vivir, lo que desde el mundo de la moda, se traduce en una conciencia más fina hacia lo que compran o tienen. Hoy ven a la moda local como alternativa, y han sumado a su vocabulario palabras como sustentable y sostenible (sin necesariamente saber con claridad qué significan). Todavía ese grupo es pequeño, pero ha ido creciendo lento y consistentemente.
No obstante, junto a él coexiste un grupo grande que hizo como que despertó con el estallido y luego la pandemia, pero realmente solo se dejó llevar por la adrenalina del momento y hoy sigue caminando por la misma senda de antes, esperando casi un Apocalipsis para dejar de ser cómplices pasivxs de prácticas abusivas que se disfrazan con lindos hashtag. Lamentablemente ellxs todavía entran en éxtasis con liquidaciones, que entre precios absurdos, nos hablan de contaminación y esclavitud encubierta (no hay que ser unx genix de las matemáticas para notarlo).
En ese sentido, más que mirar el vaso medio vacío y golpearnos contra la muralla por esa sensación de avanzar en un pantano de lentitud y, a veces, desidia, creo que es el momento para reencantarnos con toda la energía positiva que brotó ese 18 de octubre de 2019 y que la transformemos en acción: acción por el clima, acción por nuestras comunidades, acción por nosotrxs mismxs. Que dejemos la demagogia, y que plasmemos las palabras en nuevos hábitos cotidianos que hablen de nuestro deseo de crear un país, cuya riqueza alcance para todxs y que "la dignidad sea costumbre", no solo un slogan de redes sociales.
Para iniciar ese camino, no tenemos que transformarnos en otras personas o caer en el absurdo del perfeccionismo. Podemos partir desde nuestros hogares, realizando acciones tan simples como cuestionándonos de dónde viene nuestra ropa, quién la hizo y con qué y cómo ha sido confeccionada. Esas preguntas nos llevarán a respuestas, muchas veces incómodas, que no se ajustan a ese ideal de sociedad que soñamos. Por lo mismo, más que caer en el conformismo o la depresión, ese descubrimiento nos tiene que servir como motivación para cambiar de estilo de vida, para cambiar el verbo al vestir y convertir los sentimientos de esperanza de ese 18 de octubre en realidad.
(Foto principal: Pablo Sanhueza / Reuters en France 24)
COMMENTS