[JUSTICIA CLIMÁTICA] Prestas tu casa para hacer una fiesta y tus invitadxs la dejan "patas para arriba" y ni siquiera te ayudan a ordenar. Algo parecido le ocurre al llamado sur global, donde están ubicados la mayoría de los centros de producción de la industria de la moda. Las grandes marcas del norte global decidieron que esos territorios eran el mejor lugar para "la fiesta de la moda", transformándolos en piezas claves de la extracción de materias primas y de la confección de ropa, sin embargo, cuando comenzó a subir la temperatura y los desastres naturales inundaron plantaciones, secaron fuentes de agua dulce y pusieron en riesgo la vida de lxs trabajadorxs, se hicieron los "lesos" y "huyeron". La justicia climática busca revertir este tipo de situaciones y equilibrar la balanza. ¿Cómo se logra aquello? Hoy lo revisamos.
La crisis climática tiene entre sus grandes responsables a los países desarrollados (del norte global), imparables consumidores de combustibles fósiles como el petróleo, vampiros energéticos y de recursos naturales, y líderes en la extracción de materias primas en naciones en vías de desarrollo (del sur global).
Estos "amigos cachos" que invitas a tu casa y siempre te dejan el desastre y ni te piden disculpas, se les olvida que todo se paga en la vida, y es ahí cuando surgen el concepto de "justicia climática".
La justicia climática hace referencia a que ni las responsabilidades ni las consecuencias del cambio climático se pueden repartir por igual, debido a que existe una responsabilidad histórica de los países (y compañías) que han liderado la industrialización del mundo (con todas las implicancias que ello ha supuesto) que no puede ser obviada, mientras hay un grupo de otras naciones que sin ser protagonistas de este proceso, se están llevando la peor parte de las consecuencias de esta crisis ambiental.
Es así como la justicia climática también permite identificar a los principales afectados (ej: comunidades indígenas, personas en situación de vulnerabilidad, mujeres, etc) y busca obligar a los grandes responsables a pagar por el daño mediante marcos regulatorios y leyes más severas. En definitiva, busca que quienes han dejado el desastre se hagan cargo, y quienes han sido flanco directa o indirectamente de estas injusticias, sean protegidos.
En el caso de la moda, la justicia climática resulta cada vez más urgente. Ello porque el proceso de deslocalización movilizó los centros de producción, externalizando la extracción de materias primas y la confección hacia países con leyes menos estrictas y en situación de vulnerabilidad ubicados principalmente en el sur global, que se han convertido en los receptores de las consecuencias del aumento de las temperaturas.
De hecho, China, Bangladesh, India y Pakistán, por nombrar los más relevantes para el sector, son epicentros de grandes desastres naturales como sequías, inundaciones, tormentas, etc, que han puesto en riesgo los cultivos de fibras como el algodón, pero también la vida de las personas que hacen nuestra ropa.
Es más, la sola posibilidad que aumente la temperatura y que hayan olas de calor genera preocupación en quienes trabajan en fábricas textiles cuyas condiciones de seguridad y sanidad son escasas, y que deben agregar otro factor más de peligro a su jornada laboral. ¿Se imaginan trabajar jornadas extenuantes, sin casi poder pararse al baño y con escasa ventilación con casi 40 grados de temperatura? Eso le está ocurriendo a muchas trabajadoras de la confección, cuyas prendas te aseguro llevas puesta (te invito a revisa la etiqueta para comprobarlo).
Por lo mismo, la justicia climática en la moda se traduce en que las marcas que han sido las pioneras y/o top de línea de la moda rápida y ultra rápida (particularmente del norte global) reconozcan el daño ambiental y social que están produciendo en terceros países (del sur global), producto de un modelo de negocio depredador ambiental y socialmente, y que compensen ese perjuicio a través de dinero, acciones de adaptación al cambio climático para sus empresas proveedoras, disminución de las emisiones y dejar de usar combustibles fósiles en la cadena productiva, por nombrar los más evidentes.
En esa línea, a nivel internacional se habla de establecer fondos para apoyar en la resilencia y adaptación climática a esos países productores, lo que se debe sumar a los esfuerzo de descarbonización y la inversión en energías renovables no convencionales que se calcula podría costar un trillón de dólares al 2050.
Si bien los desafíos son inmensos, no podemos olvidar que en esta "fiesta" todos tenemos nuestra cuota de responsabilidad, pero sería muy injusto que la cuenta se dividiera en partes iguales cuando tenemos claro quiénes propiciaron el caos.
No hay tiempo para más discursos, hoy es momento para la acción. Porque la justicia climática en la moda no es urgente, es imperativa.
Justicia climática para la moda
La crisis climática tiene entre sus grandes responsables a los países desarrollados (del norte global), imparables consumidores de combustibles fósiles como el petróleo, vampiros energéticos y de recursos naturales, y líderes en la extracción de materias primas en naciones en vías de desarrollo (del sur global).
Estos "amigos cachos" que invitas a tu casa y siempre te dejan el desastre y ni te piden disculpas, se les olvida que todo se paga en la vida, y es ahí cuando surgen el concepto de "justicia climática".
La justicia climática hace referencia a que ni las responsabilidades ni las consecuencias del cambio climático se pueden repartir por igual, debido a que existe una responsabilidad histórica de los países (y compañías) que han liderado la industrialización del mundo (con todas las implicancias que ello ha supuesto) que no puede ser obviada, mientras hay un grupo de otras naciones que sin ser protagonistas de este proceso, se están llevando la peor parte de las consecuencias de esta crisis ambiental.
Es así como la justicia climática también permite identificar a los principales afectados (ej: comunidades indígenas, personas en situación de vulnerabilidad, mujeres, etc) y busca obligar a los grandes responsables a pagar por el daño mediante marcos regulatorios y leyes más severas. En definitiva, busca que quienes han dejado el desastre se hagan cargo, y quienes han sido flanco directa o indirectamente de estas injusticias, sean protegidos.
En el caso de la moda, la justicia climática resulta cada vez más urgente. Ello porque el proceso de deslocalización movilizó los centros de producción, externalizando la extracción de materias primas y la confección hacia países con leyes menos estrictas y en situación de vulnerabilidad ubicados principalmente en el sur global, que se han convertido en los receptores de las consecuencias del aumento de las temperaturas.
De hecho, China, Bangladesh, India y Pakistán, por nombrar los más relevantes para el sector, son epicentros de grandes desastres naturales como sequías, inundaciones, tormentas, etc, que han puesto en riesgo los cultivos de fibras como el algodón, pero también la vida de las personas que hacen nuestra ropa.
Es más, la sola posibilidad que aumente la temperatura y que hayan olas de calor genera preocupación en quienes trabajan en fábricas textiles cuyas condiciones de seguridad y sanidad son escasas, y que deben agregar otro factor más de peligro a su jornada laboral. ¿Se imaginan trabajar jornadas extenuantes, sin casi poder pararse al baño y con escasa ventilación con casi 40 grados de temperatura? Eso le está ocurriendo a muchas trabajadoras de la confección, cuyas prendas te aseguro llevas puesta (te invito a revisa la etiqueta para comprobarlo).
Por lo mismo, la justicia climática en la moda se traduce en que las marcas que han sido las pioneras y/o top de línea de la moda rápida y ultra rápida (particularmente del norte global) reconozcan el daño ambiental y social que están produciendo en terceros países (del sur global), producto de un modelo de negocio depredador ambiental y socialmente, y que compensen ese perjuicio a través de dinero, acciones de adaptación al cambio climático para sus empresas proveedoras, disminución de las emisiones y dejar de usar combustibles fósiles en la cadena productiva, por nombrar los más evidentes.
En esa línea, a nivel internacional se habla de establecer fondos para apoyar en la resilencia y adaptación climática a esos países productores, lo que se debe sumar a los esfuerzo de descarbonización y la inversión en energías renovables no convencionales que se calcula podría costar un trillón de dólares al 2050.
Si bien los desafíos son inmensos, no podemos olvidar que en esta "fiesta" todos tenemos nuestra cuota de responsabilidad, pero sería muy injusto que la cuenta se dividiera en partes iguales cuando tenemos claro quiénes propiciaron el caos.
No hay tiempo para más discursos, hoy es momento para la acción. Porque la justicia climática en la moda no es urgente, es imperativa.
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