[PATRONAJE] El deseo de crear indumentaria no binaria ha llevado a muchas marcas de moda a experimentar en materia de moldaje y calce. Porque hacer ropa no género no es sinónimo de oversize o siluetas masculinas, sino un mix mucho más complejo de desentrañar. Así también lo cree el diseñador Ignacio Lechuga, fundador de El Taller Lechuga, quien tras un largo proceso de investigación y análisis de tallas fue derrumbando muchas teorías que había aprendido -en su etapa de estudiante- sobre formas, posturas y medidas de mujeres y hombres, lo que le permitió dar origen a un patronaje no binario, que hoy enseña en modo de curso. En las próximas líneas nos contará más detalles de este proceso, así también de los retos y aprendizajes de esta nueva manera de mirar los cuerpos vestidos.
Para llevar a cabo este propósito realizó una convocatoria abierta para medir hombre de diversos cuerpos. Su idea era armar un sistema de tallas y definir medidas que antes calculaba mediante fórmulas, que le daba el sistema de moldes de sastrería que había aprendido.
Mientras realizaba esta acción, más se le complicaba la tarea de llegar a un sistema universal. De hecho, el resultado de cada medición lo iba comparando con la materia que tenía del patrón femenino y las formulas de sastrería. En esa instancia se encontró con muchos hombres con formas muy femeninas y otros que a pesar de tener las mismas medidas, por su postura, tenían formas y proporciones corporales muy distintas. Esta situación fue derrocando los "dogmas" aprendidos en sus tiempos de estudiantes respecto a la separación de medidas entre mujeres y hombres.
"En este estudio me di cuenta que con una buena observación y análisis de las formas, posturas y medidas podría hacer moldes para hombres y mujeres utilizando la misma materia, de ahí salió este 'patronaje no binario', en el que no hay una diferencia en la técnica constructiva de patrones entre lo reconocido simbólicamente como hombre y mujer, sino que desde la observación del cuerpo, podemos aplicar pinzas, cortes y holguras para poder llegar al diseño propuesto", detalla.
Lo anterior se reforzó con lo que veía en sus clases: alumnos que se identificaban como hombres en el curso de patronaje femenino, cuando hacían una falda, se la hacían para ellos, y siempre tenían que hacer correcciones en las pinzas y las curvas para calzar con sus formas, las que resultaban ser siempre las mismas. Por otra parte, las alumnas que se identifican como mujeres usaban los moldes que tenía para las camisas de hombre a los que había que hacer pequeños cambios en la forma. "Cada corrección desestructuraba una antigua fórmula transformándola en una medida en el cuerpo, dirigiendo la investigación para llegar a este 'patronaje no binario', que más que un sistema de patrones es un análisis de cuerpos y postura en que la fórmula perfecta para desarrollar patrones es: + mucho ojo”, afirma.
A ese aspecto se agregó el cambio de lenguaje, ya que la manera de nombrar el cuerpo desde la lógica binario no siempre resultaba esclarecedora. "Para eso tuve que estudiar bien la morfología y la fisiología para empezar a hablar de personas con características más del tipo de caderas androides o de tipo de caderas ginecoide. Morfológicamente existen características físicas diferentes muy marcadas, como por ejemplo el abdomen, la guata del hombre sale justo desde el bajo pecho y llega más arriba del pubis, en cambio la guata de la mujer es mucho más baja, por lo que la prenda de mujer como un pantalón, debería ser más alta cuando hay abdomen prominente y la del hombre debe tener más rebaje para que no se produzcan arrugas", explica.
Sin embargo todos estos aspectos, un aprendizaje recurrente que obtuvo fue que al momento de hacer ropa existen un sinfín de variables, algunas cuantitativas, como elasticidad de telas, gramajes, caídas, etc. pero la mayoría son cualitativas y son difíciles de unificar en un sistema, tales como el gusto personal en relación a las holguras, formas de uso, y variedad en diseño.
En esa línea, entendió con mayor claridad que no hay una forma de cuerpo universal, más aún si no se trabaja con la diferencia morfológica típica del binarismo cásico (hombre y mujer) y el patronaje se debe adaptar a una infinita variedad de cuerpos.
"¿Realmente se puede hablar de neutro en el diseño? ¿existen colores para cada género? ¿existen telas para cada género? Si eso fuera real, ya estaríamos partiendo desde un binarismo clásico. Aún falta destruir muchos estereotipos como, por ejemplo, la relación de prendas con un género determinado, como las faldas y los vestidos. Es complejo porque hay que destruir estructuras muy arraigadas, incluso en la técnica hay género. Cuando yo estudié sastrería mi profesor no me dejaba usar alfileres porque eso era de modista, tal vez por eso no me gusta definirme ni como sastre, ni como diseñador, ni como costurero y en mi escuela trato de entregar diferentes herramientas, para que cada estudiante tome lo que más le acomode", enfatiza.
Esta mirada de la moda, pero particularmente del patronaje, ha tenido una muy buena acogida de parte de los estudiantes señala Ignacio. "Aunque técnicamente es más complejo de estudiar, lleva más análisis y toma de decisiones, no hay un patrón base que seguir, ya que hay que aprender a leer el molde, yo digo que el cuerpo y el molde nos hablan y tenemos que saber escuchar para ver que es lo que nos pide", puntualiza.
Cómo se gesta el curso de patronaje no binario
En el periodo del estallido social, Ignacio Lechuga, se quedó sin estudiantes. Esa contingencia la aprovechó para dedicarse a analizar tallas para desarrollar una nueva materia de patronaje para la construcción de camisa y sastrería masculina.Para llevar a cabo este propósito realizó una convocatoria abierta para medir hombre de diversos cuerpos. Su idea era armar un sistema de tallas y definir medidas que antes calculaba mediante fórmulas, que le daba el sistema de moldes de sastrería que había aprendido.
Mientras realizaba esta acción, más se le complicaba la tarea de llegar a un sistema universal. De hecho, el resultado de cada medición lo iba comparando con la materia que tenía del patrón femenino y las formulas de sastrería. En esa instancia se encontró con muchos hombres con formas muy femeninas y otros que a pesar de tener las mismas medidas, por su postura, tenían formas y proporciones corporales muy distintas. Esta situación fue derrocando los "dogmas" aprendidos en sus tiempos de estudiantes respecto a la separación de medidas entre mujeres y hombres.
"En este estudio me di cuenta que con una buena observación y análisis de las formas, posturas y medidas podría hacer moldes para hombres y mujeres utilizando la misma materia, de ahí salió este 'patronaje no binario', en el que no hay una diferencia en la técnica constructiva de patrones entre lo reconocido simbólicamente como hombre y mujer, sino que desde la observación del cuerpo, podemos aplicar pinzas, cortes y holguras para poder llegar al diseño propuesto", detalla.
Lo anterior se reforzó con lo que veía en sus clases: alumnos que se identificaban como hombres en el curso de patronaje femenino, cuando hacían una falda, se la hacían para ellos, y siempre tenían que hacer correcciones en las pinzas y las curvas para calzar con sus formas, las que resultaban ser siempre las mismas. Por otra parte, las alumnas que se identifican como mujeres usaban los moldes que tenía para las camisas de hombre a los que había que hacer pequeños cambios en la forma. "Cada corrección desestructuraba una antigua fórmula transformándola en una medida en el cuerpo, dirigiendo la investigación para llegar a este 'patronaje no binario', que más que un sistema de patrones es un análisis de cuerpos y postura en que la fórmula perfecta para desarrollar patrones es: + mucho ojo”, afirma.
Los principales desafío y aprendizajes del patronaje no binario
Para Ignacio uno de los principales desafíos en el proceso de desarrollo del patronaje no binario -que da vida a su curso-, no fue solo lo técnico, sino también el cariz del tema. Porque si bien su primer abordaje fue desde una línea más formal, luego notó las sensibilidades que despertaba esta investigación. "Me escribieron muchas personas no binarias para preguntarme de que se trataba y debía explicar que no es un patronaje para personas no binarias, sino que un sistema que no trabaja por separado para hombre y mujer en la construcción de los moldes, solo vemos formas, volúmenes y posturas y se usa el mismo sistema sin separar por el binarismo clásico", complementa.A ese aspecto se agregó el cambio de lenguaje, ya que la manera de nombrar el cuerpo desde la lógica binario no siempre resultaba esclarecedora. "Para eso tuve que estudiar bien la morfología y la fisiología para empezar a hablar de personas con características más del tipo de caderas androides o de tipo de caderas ginecoide. Morfológicamente existen características físicas diferentes muy marcadas, como por ejemplo el abdomen, la guata del hombre sale justo desde el bajo pecho y llega más arriba del pubis, en cambio la guata de la mujer es mucho más baja, por lo que la prenda de mujer como un pantalón, debería ser más alta cuando hay abdomen prominente y la del hombre debe tener más rebaje para que no se produzcan arrugas", explica.
Sin embargo todos estos aspectos, un aprendizaje recurrente que obtuvo fue que al momento de hacer ropa existen un sinfín de variables, algunas cuantitativas, como elasticidad de telas, gramajes, caídas, etc. pero la mayoría son cualitativas y son difíciles de unificar en un sistema, tales como el gusto personal en relación a las holguras, formas de uso, y variedad en diseño.
En esa línea, entendió con mayor claridad que no hay una forma de cuerpo universal, más aún si no se trabaja con la diferencia morfológica típica del binarismo cásico (hombre y mujer) y el patronaje se debe adaptar a una infinita variedad de cuerpos.
"¿Realmente se puede hablar de neutro en el diseño? ¿existen colores para cada género? ¿existen telas para cada género? Si eso fuera real, ya estaríamos partiendo desde un binarismo clásico. Aún falta destruir muchos estereotipos como, por ejemplo, la relación de prendas con un género determinado, como las faldas y los vestidos. Es complejo porque hay que destruir estructuras muy arraigadas, incluso en la técnica hay género. Cuando yo estudié sastrería mi profesor no me dejaba usar alfileres porque eso era de modista, tal vez por eso no me gusta definirme ni como sastre, ni como diseñador, ni como costurero y en mi escuela trato de entregar diferentes herramientas, para que cada estudiante tome lo que más le acomode", enfatiza.
Esta mirada de la moda, pero particularmente del patronaje, ha tenido una muy buena acogida de parte de los estudiantes señala Ignacio. "Aunque técnicamente es más complejo de estudiar, lleva más análisis y toma de decisiones, no hay un patrón base que seguir, ya que hay que aprender a leer el molde, yo digo que el cuerpo y el molde nos hablan y tenemos que saber escuchar para ver que es lo que nos pide", puntualiza.
¿Por qué crees que le es tan complejo a las marcas de moda desarrollar un tallaje no binario?
"Según mi estudio es imposible tener un patronaje universal, menos no binario, podríamos tener varios tallajes dependiendo de las diferentes morfologías, es imposible tener un solo tallaje que se adapte a todos los tipos de cuerpos. Es fundamental cuando realizamos un diseño, determinar el tipo de cuerpo para el que uno quiere trabajar y en base a eso definir el o los tallajes que más se adapten a las morfologías que nos interesan trabajar, de ahí seleccionamos la talla y las holguras necesarias para diseño y si queremos que ese diseño le calzara a todas las personas, tendría que trabajar con varios tallajes según cada morfologías".¿Dónde imparte los cursos de patronaje no binario Ignacio Lechuga? En El Taller Lechuga.
(Fotos gentileza de Ignacio Lechuga)
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