Se han dado cuenta que la ropa contaminante, es decir, aquella confeccionada con textiles plásticos como el poliéster y el nylon, y que NO es capaz de transparentar sus procesos ambientales y humanos cuesta una "ganga", porque es "premiada" por hacerlo mal. Mientras que las marcas de moda que quieren hacerlo bien no solo tienen costos más altos, sino para probar que lo hacen bien deben pagar certificaciones carísimas. ¿Se habían dado cuenta? Yo no de una manera tan clara y efectiva como me lo planteó Marcela Godoy de Stgo Slow y Adc Circular cuando la entrevisté para un podcast del ODS 12. Su comentario me dejó de una pieza y me hizo reflexionar sobre la necesidad de aplicar un impuesto a la moda que destruye el planeta. Hoy lo analizo.
Lo lógico en una realidad relativamente "cuerda" y justa es que quienes lo hagan bien sean "recompensados" no solo con felicitaciones, sino también con incentivos que los motiven a seguir por esa senda, mejorando y creando valor público, no solo privado. Ello en términos económicos se traduce en beneficios fiscales que, casi siempre, van de la mano de los impuestos. Sin embargo, en el mundo de la moda, al menos en Chile (y casi todo el mundo) se actúa al revés: a la ropa que contamina se la "premia".
¿Cómo? Dejando que entre al mercado con precios absurdos (menos que una taza de café de cadena internacional por ejemplo) e ignorando su huella ambiental y humana. De hecho, ese incentivo perverso ha creado una cultura del consumismo extremo, que nos lleva a comprar "prendas basuras" (de mala calidad, pésima factoría y terminaciones = mínima durabilidad), que atiborran nuestro clóset, pero que al final no nos dan ninguna satisfacción: ni física, ni emocional. De hecho, suele engañarnos haciéndonos creer que nuestros cuerpos son imperfectos o incluso "deformes" cuando en realidad es ella la que no está bien.
Esa ropa entra al país libre de cualquier tipo de "penalización".
Por su parte, lxs productorxs y marcas que se la juegan por hacerlo bien, buscando caminar por la sostenibilidad a paso firme, avalados por diversas certificaciones, deben competir de igual a igual con los otros, siendo que para llegar donde están tuvieron que gastar el triple (en todo sentido).
El mensaje del Estado es claro: no importa si lo hacen mal igual tiene las mismas condiciones que quienes lo hacen bien. Por lo tanto ¿cuál es el incentivo para hacerlo bien, si la ética empresarial no entra en la ecuación de un lucro que no tiene límites? NINGUNO.
Si bien la Ley REP busca transformar lo anterior, porque se rige por el principio "del que contamina paga", creo que estamos en un momento como sociedad -en medio de una emergencia climática y una crisis social- que crea las condiciones para ser más exigentes y comenzar a poner barreras de entrada a la "ropa basura" y avanzar a la creación de incentivos para quienes se certifiquen o busquen formalizar su ruta hacia lo sostenible.
Estoy segura que un impuesto de este tipo, que ya ha sido discutido en países como Inglaterra, Australia e Irlanda (sin muy buenos resultados para serles sincera), junto a una cultura ciudadana del consumo que sume nuevos verbos a la relación con el vestir, no solo puede marcar una diferencia local sino también crear incentivos concretos para transformar el paradigma hegemónico de la industria.
¿Qué opinas de este tipo de medidas? ¿Crees que podrían hacer una diferencia en la realidad latina?
Si produce "ropa basura" tiene que pagar
Lo lógico en una realidad relativamente "cuerda" y justa es que quienes lo hagan bien sean "recompensados" no solo con felicitaciones, sino también con incentivos que los motiven a seguir por esa senda, mejorando y creando valor público, no solo privado. Ello en términos económicos se traduce en beneficios fiscales que, casi siempre, van de la mano de los impuestos. Sin embargo, en el mundo de la moda, al menos en Chile (y casi todo el mundo) se actúa al revés: a la ropa que contamina se la "premia".
¿Cómo? Dejando que entre al mercado con precios absurdos (menos que una taza de café de cadena internacional por ejemplo) e ignorando su huella ambiental y humana. De hecho, ese incentivo perverso ha creado una cultura del consumismo extremo, que nos lleva a comprar "prendas basuras" (de mala calidad, pésima factoría y terminaciones = mínima durabilidad), que atiborran nuestro clóset, pero que al final no nos dan ninguna satisfacción: ni física, ni emocional. De hecho, suele engañarnos haciéndonos creer que nuestros cuerpos son imperfectos o incluso "deformes" cuando en realidad es ella la que no está bien.
Esa ropa entra al país libre de cualquier tipo de "penalización".
Por su parte, lxs productorxs y marcas que se la juegan por hacerlo bien, buscando caminar por la sostenibilidad a paso firme, avalados por diversas certificaciones, deben competir de igual a igual con los otros, siendo que para llegar donde están tuvieron que gastar el triple (en todo sentido).
El mensaje del Estado es claro: no importa si lo hacen mal igual tiene las mismas condiciones que quienes lo hacen bien. Por lo tanto ¿cuál es el incentivo para hacerlo bien, si la ética empresarial no entra en la ecuación de un lucro que no tiene límites? NINGUNO.
Si bien la Ley REP busca transformar lo anterior, porque se rige por el principio "del que contamina paga", creo que estamos en un momento como sociedad -en medio de una emergencia climática y una crisis social- que crea las condiciones para ser más exigentes y comenzar a poner barreras de entrada a la "ropa basura" y avanzar a la creación de incentivos para quienes se certifiquen o busquen formalizar su ruta hacia lo sostenible.
La incorporación de la ropa y textiles a la Ley REP ¿es suficiente? ¿crees que un impuesto a la ropa basura y/o un incentivo para quien lo hace bien puede potenciar esa adhesión?
¿Qué opinas de este tipo de medidas? ¿Crees que podrían hacer una diferencia en la realidad latina?
COMMENTS