El velo de la frivolidad de la moda cayó hace mucho rato frente a nosotrxs, mostrándonos cómo detrás de las luces y el glamour se esconde una realidad incómoda y cruel. Si bien en Chile somos varixs lxs que hemos estado visibilizando estas temáticas, las noticias relativas a vertederos ilegales en el desierto de la comuna de Alto Hospicio, publicadas por medios internacionales y nacionales (en QT hablamos de ello en junio 2021), nos demostraron que la huella ambiental y social de la moda también está dejando su marca en Chile creando zonas de sacrificio. Parte de ese análisis lo desarrollé en una columna de opinión publicada el lunes 6 de diciembre en CIPER Chile y que hoy les invito a leer.
Hace unas semanas recibí la invitación de la editora de Opinión de CIPER, Marisol García, a participar con una columna en su plataforma. Su idea era que pudiera relevar un tema de interés en torno a la moda desde mi visión. Me entusiasmó mucho su propuesta y no dudé en la elección de la temática: las zonas de sacrificio de la moda, materia que había explorado muy por encima en el IG de El Nuevo Vestir y que podría profundizar.
El resultado fue una columna que interpela a la reflexión, pero también a la acción. Acá les dejo un breve fragmento para que puedan entusiasmarse a leerla completa en el sitio web de CIPER:
"Vestirse es considerado por muchas personas como algo intrascendente, sin importancia en su rutina diaria. Es frecuente escuchar la frase de «me puse lo primero que pillé en el clóset», u opiniones que presentan la preocupación por la ropa como algo reservado a vanidosos o superficiales. Pero nadie, ni las mentes más brillantes, puede salir desnudo a la vía pública sin arriesgar una amonestación o incluso una pena de reclusión menor. En Chile, el Artículo 373 del Código Penal tipifica a la desnudez pública como una «ofensa al pudor y a las buenas costumbres».
Sin embargo, en torno al vestir estamos hoy poniendo en juego variables mucho más complejas que las legales o estéticas, y que pueden llegar a convertir a quienes se visten —es decir, a todxs— en cómplices pasivos de violaciones a los derechos humanos y de la naturaleza. En un contexto global de emergencia climática y desigualdad social, vestirse se ha transformado en un acto político, que puede decir mucho sobre nuestros valores, creencias y mirada de mundo. En definitiva, hace rato que nuestra relación con la ropa dejó de ser algo inocente.
Lo demuestran, por ejemplo, las noticias de las últimas semanas sobre vertederos clandestinos de ropa usada en el norte de Chile. Previamente habíamos leído sobre algo similar en Ghana, donde se hablaba del «cementerio de la ropa usada de Occidente». Aunque para quienes habitamos en el centro del país esta situación puede resultar novedosa, hace años es parte de la realidad habitual de la Región de Tarapacá, que han sido testigo de como la comuna de Alto Hospicio se ha convertido en una «zona de sacrificio» de la moda (Niessen, 2020); es decir, en un lugar que ante la promesa falsa de desarrollo económico —pues son vecinos de la próspera zona franca iquiqueña— ha comprometido no sólo el ecosistema, sino también la salud y bienestar de sus habitantes...." (sigue leyendo en CIPER Chile).
La invitación de CIPER Chile
Hace unas semanas recibí la invitación de la editora de Opinión de CIPER, Marisol García, a participar con una columna en su plataforma. Su idea era que pudiera relevar un tema de interés en torno a la moda desde mi visión. Me entusiasmó mucho su propuesta y no dudé en la elección de la temática: las zonas de sacrificio de la moda, materia que había explorado muy por encima en el IG de El Nuevo Vestir y que podría profundizar.
El resultado fue una columna que interpela a la reflexión, pero también a la acción. Acá les dejo un breve fragmento para que puedan entusiasmarse a leerla completa en el sitio web de CIPER:
"Vestirse es considerado por muchas personas como algo intrascendente, sin importancia en su rutina diaria. Es frecuente escuchar la frase de «me puse lo primero que pillé en el clóset», u opiniones que presentan la preocupación por la ropa como algo reservado a vanidosos o superficiales. Pero nadie, ni las mentes más brillantes, puede salir desnudo a la vía pública sin arriesgar una amonestación o incluso una pena de reclusión menor. En Chile, el Artículo 373 del Código Penal tipifica a la desnudez pública como una «ofensa al pudor y a las buenas costumbres».
Sin embargo, en torno al vestir estamos hoy poniendo en juego variables mucho más complejas que las legales o estéticas, y que pueden llegar a convertir a quienes se visten —es decir, a todxs— en cómplices pasivos de violaciones a los derechos humanos y de la naturaleza. En un contexto global de emergencia climática y desigualdad social, vestirse se ha transformado en un acto político, que puede decir mucho sobre nuestros valores, creencias y mirada de mundo. En definitiva, hace rato que nuestra relación con la ropa dejó de ser algo inocente.
Lo demuestran, por ejemplo, las noticias de las últimas semanas sobre vertederos clandestinos de ropa usada en el norte de Chile. Previamente habíamos leído sobre algo similar en Ghana, donde se hablaba del «cementerio de la ropa usada de Occidente». Aunque para quienes habitamos en el centro del país esta situación puede resultar novedosa, hace años es parte de la realidad habitual de la Región de Tarapacá, que han sido testigo de como la comuna de Alto Hospicio se ha convertido en una «zona de sacrificio» de la moda (Niessen, 2020); es decir, en un lugar que ante la promesa falsa de desarrollo económico —pues son vecinos de la próspera zona franca iquiqueña— ha comprometido no sólo el ecosistema, sino también la salud y bienestar de sus habitantes...." (sigue leyendo en CIPER Chile).
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