[ESPECIAL 8M] El colapso del complejo Rana Plaza puso a las mujeres que hacen nuestra ropa en el foco e incluso motivó la creación de Fashion Revolution, que se ha encargado de recordarnos cada abril de su existencia y valor. Sin embargo, la pandemia nos demostró que una parte importante de la industria de la moda enarboló la bandera del trabajo digno solo como genderwashing o lavado de género. Hoy que conmemoramos el Día Internacional de la Mujer y recordamos la muerte de 146 trabajadoras de la confección de la fábrica Triangle Shirtwaist, hablaremos sobre los desafíos que aún enfrentan las mujeres que confeccionan las prendas de nuestro clóset.
Hace un par de años hice una radiografía de las trabajadoras de la confección y te invitaba a romper el círculo vicioso que ha perpetuado las injusticias que enfrentan estas mujeres desde -incluso- antes de ese fatídico 25 de marzo de 1911.
Sin embargo, ese mismo año 2020 fuimos testigos de como las palabras se las llevaba el viento y las buenas intenciones de muchas marcas de moda, se esfumaban al ritmo de los confinamientos y cierres de puertos. El "canal de salida" a la emergencia que desplomó los números de la industria y llevó a varios a la quiebra fue simple: suspender los pedidos. Esa decisión trajo como resultados el cese de pagos de lxs trabajadorxs de la confección, de los cuales el 80% eran mujeres.
Fue la sociedad civil la que se tuvo que articular, a través del movimiento Pay up fashion, para que las marcas cumplieran sus compromisos económicos y no transformaran la crisis sanitaria en una crisis humanitaria.
Ese hito, nos volvió a recordar que en tiempos de crisis, la moda SIEMPRE corta por el hilo más delgado y menos visible: las personas, es decir, las MUJERES (recuerda el 80%).
Lo anterior es fruto de políticas de compra abusivas que han permeado el sistema como consecuencia de la moda rápida y la fast fast fashion, que buscan conseguir precios ridículos a costa del medio ambiente, pero sobre todo de quienes hacen la ropa.
¿Es justo que nos vistamos con ropa hecha por mujeres que no tienen oportunidad de usarla, porque apenas les alcanza para vivir? A mi me horroriza la idea solo de pensarla. Entonces ¿cómo logramos realmente frenar estos abusos?

No hay una sola respuesta para las preguntas anteriores, dado que la responsabilidad no solo es de los ciudadanxs-consumidorxs, sino también de los gobiernos y las empresas del sector (sobre todo multinacionales), que teniendo capacidad de girar la aguja prefieren excusarse y tomar galería.
Pero calma, estas mujeres no están solas y gracias a iniciativas, movimientos y/u organizaciones como Campaña Ropa Limpia, Fashion Revolution, Pay up Fashion, Human Right Watch, entre otras, están logrando ser visibilizadas, defendidas y empoderadas. Porque no se trata solo de "subsidiarlas", sino de ayudarlas a que alcen la voz, se unan y con el apoyo de las uniones sindicales internacionales sean escuchadas.
Sin embargo, esos esfuerzos son en vano en la medida que sigamos demandando ropa barata para nosotrxs, pero muy cara -socialmente hablando- para quienes dejan de comer por intentar entregárnosla.
Te propongo un ejercicio simple cada vez que quieras comprar una prenda de vestir y desees calcular cuánto le pagaron a la mujer que la confeccionó. Según el sindicato global International Trade Union Federation en su informe Scandal: Global Supply Chains of 50 Top Companies, el 0,6% del valor de la prenda es lo pagado en mano de obra. Es decir, si la polera / camiseta cuesta $5.000, le pagaron $300 pesos a la mujer que la cosió. Por lo que tendría que hacer 1.166 poleras / camisetas en el mes para lograr el sueldo mínimo de Chile ($350.000 - US$430,74 app).
Si bien ese reporte es de 2016, me atrevo a afirmar que la situación no ha cambiado mucho. Así queda claro al revisar libros, recientemente publicados, como Unraveled de Maxine Bedat y analizar el estudio que les recomendé de Campaña Ropa Limpia.
En definitiva, romper el círculo de las abusos es una responsabilidad de todxs, más aún de quienes somos feministas y queremos la igualdad de género para TODAS las mujeres del mundo, no solo las que tenemos cerca.
Las mujeres que hacen nuestra ropa
Hace un par de años hice una radiografía de las trabajadoras de la confección y te invitaba a romper el círculo vicioso que ha perpetuado las injusticias que enfrentan estas mujeres desde -incluso- antes de ese fatídico 25 de marzo de 1911.
Sin embargo, ese mismo año 2020 fuimos testigos de como las palabras se las llevaba el viento y las buenas intenciones de muchas marcas de moda, se esfumaban al ritmo de los confinamientos y cierres de puertos. El "canal de salida" a la emergencia que desplomó los números de la industria y llevó a varios a la quiebra fue simple: suspender los pedidos. Esa decisión trajo como resultados el cese de pagos de lxs trabajadorxs de la confección, de los cuales el 80% eran mujeres.
Fue la sociedad civil la que se tuvo que articular, a través del movimiento Pay up fashion, para que las marcas cumplieran sus compromisos económicos y no transformaran la crisis sanitaria en una crisis humanitaria.
Ese hito, nos volvió a recordar que en tiempos de crisis, la moda SIEMPRE corta por el hilo más delgado y menos visible: las personas, es decir, las MUJERES (recuerda el 80%).
Lo anterior es fruto de políticas de compra abusivas que han permeado el sistema como consecuencia de la moda rápida y la fast fast fashion, que buscan conseguir precios ridículos a costa del medio ambiente, pero sobre todo de quienes hacen la ropa.
📖 Para más detalles de estas prácticas y de las violaciones sistemáticas a los derechos humanos de las trabajadoras de la confección, te recomiendo revisar la publicación "Pongamos la justicia de moda" de Campaña Ropa Limpia.
¿Es justo que nos vistamos con ropa hecha por mujeres que no tienen oportunidad de usarla, porque apenas les alcanza para vivir? A mi me horroriza la idea solo de pensarla. Entonces ¿cómo logramos realmente frenar estos abusos?
La movilización por las mujeres que hacen nuestra ropa
No hay una sola respuesta para las preguntas anteriores, dado que la responsabilidad no solo es de los ciudadanxs-consumidorxs, sino también de los gobiernos y las empresas del sector (sobre todo multinacionales), que teniendo capacidad de girar la aguja prefieren excusarse y tomar galería.
Pero calma, estas mujeres no están solas y gracias a iniciativas, movimientos y/u organizaciones como Campaña Ropa Limpia, Fashion Revolution, Pay up Fashion, Human Right Watch, entre otras, están logrando ser visibilizadas, defendidas y empoderadas. Porque no se trata solo de "subsidiarlas", sino de ayudarlas a que alcen la voz, se unan y con el apoyo de las uniones sindicales internacionales sean escuchadas.
Sin embargo, esos esfuerzos son en vano en la medida que sigamos demandando ropa barata para nosotrxs, pero muy cara -socialmente hablando- para quienes dejan de comer por intentar entregárnosla.
Te propongo un ejercicio simple cada vez que quieras comprar una prenda de vestir y desees calcular cuánto le pagaron a la mujer que la confeccionó. Según el sindicato global International Trade Union Federation en su informe Scandal: Global Supply Chains of 50 Top Companies, el 0,6% del valor de la prenda es lo pagado en mano de obra. Es decir, si la polera / camiseta cuesta $5.000, le pagaron $300 pesos a la mujer que la cosió. Por lo que tendría que hacer 1.166 poleras / camisetas en el mes para lograr el sueldo mínimo de Chile ($350.000 - US$430,74 app).
Si bien ese reporte es de 2016, me atrevo a afirmar que la situación no ha cambiado mucho. Así queda claro al revisar libros, recientemente publicados, como Unraveled de Maxine Bedat y analizar el estudio que les recomendé de Campaña Ropa Limpia.
En definitiva, romper el círculo de las abusos es una responsabilidad de todxs, más aún de quienes somos feministas y queremos la igualdad de género para TODAS las mujeres del mundo, no solo las que tenemos cerca.
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