Vestir con propósito: El antídoto contra la frustración de la moda ultra rápida

[VESTIR FELIZ] La moda debería ser expresión, diversión y comunicación. Sin embargo, la moda ultra rápida la está convirtiendo en un pozo de frustración, serialización y engaño. ¿No me crees? Te invito a que revisemos por qué se ha producido este fenómeno y cómo podemos detenerlo y/o ralentizarlo desde nuestro vestir cotidiano en este 2025.

Vestir con propósito para sonreír en el espejo

Nos vestimos porque no nos queda otra. Así de simple: no podemos salir desnudos a la calle por temas legales (en Chile y el mundo hay leyes que lo prohíben), sociales y sanitarios. Porque por muy liberales que seamos vivimos en una sociedad que el andar "en cueros" está reservado solo para momentos de intimidad o para quienes son parte de comunidades naturalistas. Asimismo, la ropa actúa como protección a la contaminación, impide que suframos infecciones e incluso agresiones en el espacio público (la historia del pantalón femenino está ligado a ello).

Por lo mismo, nos guste o no el acto de vestir es ineludible y mandatorio. 

En ese sentido, la moda como sector económico vino a transformar esta acción en un momento especial, lleno de "magia", expectativas, sueños e ilusiones. Porque mirarse al espejo vestido y sentirse feliz con el reflejo se convirtió en un acto cultural, que reflejaba tanto el espíritu de la época (zeitgeist) como sus valores, referentes y estereotipos.

Esta posibilidad de expresar, divertirse y comunicar lo que se era o se buscaba ser, convirtió a la moda en una industria millonaria y poderosa. Capaz de dictar tendencias, cuerpos y estéticas, así también como masificar modelos de negocios que sonaban bien a la primera, pero que con el tiempo nos hemos dado cuenta que su valor a largo plazo es más negativo que positivo.

Ello porque la feroz irrupción de la moda rápida a fines de los 90s del siglo XX, no sólo cambió las reglas del juego, sino también la manera en que nos relacionamos con nuestro clóset. Además, normalizó prácticas empresariales poco éticas en las que los beneficios solo recaían en los dueños de las etiquetas, mientras el entorno natural, social y económico circundante, se deterioraba, vulneraba y precarizaba.

Con la moda ultra rápida este proceso se extremó y comenzamos a caer en un pozo de frustración debido a la llegada artificial de microtendencias impulsadas por las redes sociales e influenciadores de cuestionables valores, que no solo nos introdujeron en un loop de consumo irracional, sino que se metieron en nuestros bolsillos haciéndonos gastar en prendas "desechables" que no necesitábamos y que nos hacían parecer video de Pink Floyd completamente serializados, iguales hasta en las caras y estilos. 

Esta especie de distopía que comenzamos a vivir sin darnos cuenta, se tradujo en una sensación de engaño y desilusión, que llevó a popularizar -en ciertos nichos- hashtags como "desinfluenciadores" o "underconsumption core" (subconsumo core).

En este escenario la moda dejó de ser entretenida y sus colores se volvieron homogéneos, tristes, aburridos (el moka mousse es una especie de reflejo de aquello... con mucho respeto). Comenzamos a vestirnos como "copias deficientes" de una realidad de referentes que no nos pertenecen.

Pero ¿cómo detenemos esta ola que parece que nos arrastrara cuan tsunami? ¿Cómo logramos ralentizar sus dañinos efectos en nuestra economía doméstica y auto percepción?

La respuesta resulta compleja si se siguen las mismas narrativas sociales y económicas de los últimos 30 años, pero todo se torna claridad cuando respiramos hondo y comenzamos a hurgar en nuestros recuerdos de familia sobre todo el de nuestros antepasados anteriores a la moda rápida.

Es ahí cuando entendemos todo y comprendemos que vestir puede volver a ser expresión, diversión y comunicación si abrimos el clóset y exploramos no sólo la Narnia de recursos naturales, sociales y económicos que atesoramos sin darnos cuenta, sino también cuando nos reencontramos con las historias de cada una de esas prendas que elegimos o eligieron por nosotras (los regalos de otrxs). Cuando pensamos en nuestro reflejo sin miedo, con dulzura y amor, empezamos a proyectar esas emociones en todas las personas que se visten. Y mágicamente, deseamos que sientan lo mismo. 

Las prendas que nos hacen sonreír nos generan sensaciones positivas gracias a que tanto constructiva (en término de materiales como terminaciones) como emotivamente son de calidad, por lo tanto, hechas para durar y heredar, para resignificarse intra e inter generaciones. 

Les invito a darse el tiempo para mirar su clóset y reconectarse con esa moda que realmente no incomoda, esa moda que entretiene, crea tendencias que se transforman en estilo, en narrativas colectivas e individuales y que está ahí, en tu pieza frente tuyo.