La frase fashionista "nunca es suficiente" referida a cuanta ropa, zapatos, accesorios, tener en el clóset resulta cada vez más anacrónica. Ello porque la emergencia climática -donde la moda es una gran responsable-, nos ha obligado a mirar el futuro como en cuenta regresiva, y nos ha interpelado sobre nuestro consumo. ¿Son necesarias tantas prendas? Frente a esta pregunta se abre un nuevo paradigma: ¿es mejor acceder o tener ropa? o en otras palabras, ¿ser dueñxs de nuestrx clóset es la única manera de vestirnxs? Hoy lo analizo.
En el siglo XX y a principios del XXI, vivíamos la ilusión de recursos ilimitados y una industria de la moda poco contaminante, por lo mismo tener ropa no sólo era una necesidad básica, sino también prioritaria. No importante que nuestro clóset estuviera abarrotado de objetos, que con suerte usáramos (algunos los conservábamos con etiquetas, casi como reliquias), sino también siempre había espacio para algo más.
Sin embargo, con el paso del tiempo y el cambio climático de por medio, nos dimos cuenta que esa manera de vestirnos estaba cavando nuestra propia tumba como humanidad.
Esta realidad apocalíptica nos obligó / motivó a cuestionarnos esos hábitos y a preguntarnos si un clóset lleno (con sólo un 20% de uso) era sinónimo de eficiencia (económica / medioambiental) y felicidad (seguridad / amor propio).
La respuesta llegó rápido y surgiendo tendencias como el "clóset cápsula" y el "minimalismo", pero todavía faltaban variables, que implicaban dividir los usos de la ropa y tener un stock solo para resolver las necesidades cotidianas y disponer, bajo otras vías -arriendo / préstamo-, de esas prendas para ocaciones especiales o más formales.
Así se institucionaliza o "populariza" el arriendo, por ejemplo, trajes de fiestas; y nace iniciativas como las "bibliotecas de ropa o clóset compartido".
Pero ¿qué significa lo anterior en la práctica? que el valor de la prenda no está dado por el hecho de tenerla como una momia en su sarcófago, sino por la posibilidad de ser unx de sus usuarixs.
No importa la propiedad, sino su opción de tenencia ocasional, lo que nos permite hacer un uso más eficiente de nuestros recursos y espacios, pero también le entrega a la ropa la opción de circular y tener un ciclo de vida más largo y glorioso.
Obviamente, que adscribir a este nuevo paradigma significa romper nuestro prejuicios sobre la circulación de vestuario y tener claridad sobre qué es lo que realmente necesitamos en un nuestro clóset privado. Así también sumar la variable del cuidado de manera mucho más intensa, ya que para que la ropa pueda "moverse" requiere de dueñxs ocasionales que honren su uso y que sepan que el éxito de este nuevo modelo es compartido y colaborativo.
Con ello también se requieren de más marcas e iniciativas que se sumen a este nueva manera de pensar la moda. Varias etiquetas internacionales de moda rápida han implementado servicios de este tipo, pero en Latinoamérica y en Chile, ¿estamos preparadxs para esta oferta?
¿Acceder o ser propietarix de la ropa?
En el siglo XX y a principios del XXI, vivíamos la ilusión de recursos ilimitados y una industria de la moda poco contaminante, por lo mismo tener ropa no sólo era una necesidad básica, sino también prioritaria. No importante que nuestro clóset estuviera abarrotado de objetos, que con suerte usáramos (algunos los conservábamos con etiquetas, casi como reliquias), sino también siempre había espacio para algo más.
Sin embargo, con el paso del tiempo y el cambio climático de por medio, nos dimos cuenta que esa manera de vestirnos estaba cavando nuestra propia tumba como humanidad.
Esta realidad apocalíptica nos obligó / motivó a cuestionarnos esos hábitos y a preguntarnos si un clóset lleno (con sólo un 20% de uso) era sinónimo de eficiencia (económica / medioambiental) y felicidad (seguridad / amor propio).
La respuesta llegó rápido y surgiendo tendencias como el "clóset cápsula" y el "minimalismo", pero todavía faltaban variables, que implicaban dividir los usos de la ropa y tener un stock solo para resolver las necesidades cotidianas y disponer, bajo otras vías -arriendo / préstamo-, de esas prendas para ocaciones especiales o más formales.
Así se institucionaliza o "populariza" el arriendo, por ejemplo, trajes de fiestas; y nace iniciativas como las "bibliotecas de ropa o clóset compartido".
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Recloset es un excelente ejemplo local de clóset compartido |
Pero ¿qué significa lo anterior en la práctica? que el valor de la prenda no está dado por el hecho de tenerla como una momia en su sarcófago, sino por la posibilidad de ser unx de sus usuarixs.
No importa la propiedad, sino su opción de tenencia ocasional, lo que nos permite hacer un uso más eficiente de nuestros recursos y espacios, pero también le entrega a la ropa la opción de circular y tener un ciclo de vida más largo y glorioso.
Obviamente, que adscribir a este nuevo paradigma significa romper nuestro prejuicios sobre la circulación de vestuario y tener claridad sobre qué es lo que realmente necesitamos en un nuestro clóset privado. Así también sumar la variable del cuidado de manera mucho más intensa, ya que para que la ropa pueda "moverse" requiere de dueñxs ocasionales que honren su uso y que sepan que el éxito de este nuevo modelo es compartido y colaborativo.
Con ello también se requieren de más marcas e iniciativas que se sumen a este nueva manera de pensar la moda. Varias etiquetas internacionales de moda rápida han implementado servicios de este tipo, pero en Latinoamérica y en Chile, ¿estamos preparadxs para esta oferta?
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