Es tiempo para sincerar. La industria de la moda no se caracteriza por tratar bien a sus trabajadorxs. De hecho, en tiempos de coronavirus COVID-19, una gran mayoría se ha enfrentado a tal precariedad, que se ha llegado a hablar de crisis humanitaria en los principales centros de producción del sector. Esa y otras situaciones pre-pandemia, nos obliga a preguntarnos, cuán responsables hemos sido de perpetuar esos abusos a través de nuestras compras impulsivas. En el Día del Trabajo, te entregamos, sin filtro, una radiografía de las injusticias que sufren quienes hacen tu ropa.
Hay que ser clarxs. En “todos lados se cuecen habas”, por lo mismo, las situaciones que te iré enumerando no sólo se aplican a los países donde la moda ha deslocalizado su producción, sino también a Latinoamérica y, por supuesto, a nuestro país.
Por otra parte, hay que considerar, que cada uno de estos abusos han sido posibles gracias a un sistema económico, que olvida los derechos humanos y que se concentra solo en las ganancias para unos pocos.
Pero los responsables no son solo los “otros”, sino también nosotrxs que hemos sido o somos parte de ese círculo vicioso, al seguir avalando con nuestras compras, a etiquetas que todavía se niegan a reconocer, que lo barato si cuesta caro. Aunque no lo veamos.
Pero ¿dónde se producen estas malas prácticas? ¿quiénes las sufren? Comencemos…
En la etapa de la siembra y cosecha de los textiles, muchos trabajadorxs son explotados con bajos sueldos, jornadas extenuantes y están expuestos a pesticidas, que dañan fuertemente su salud. Estas situaciones han sido denunciadas por iniciativas como Better Cotton y Anti Slavery.
Además todavía es posible ver a niños y niñas trabajando en granjas de algodón en, por ejemplo, Uzbekistan como ha denunciado con fuerza la Organización Mundial del Trabajo (ILO en sus siglas en inglés)
Pero ahí no terminan los problemas, cuando la materia prima se convierte en telas, que requieren ser tratadas o teñidas, los trabajadorxs se exponen a químicos diariamente, sin ninguna o suficiente protección. Green America ha visibilizado esta dura realidad, así también la investigación “Impacto de las sustancias químicas utilizadas en la industria textil en la salud de los empleados: estudio epidemiológico”, que será publicado en la revista científica Ecotoxicology and Environmental Safety en julio 2020.
En esta parte del proceso, las telas se convierten en ropa y es donde más información tenemos de las malas prácticas de la moda. De hecho, organizaciones como Fashion Revolution y la Campaña Ropa Limpia han convertido a la defensa de lxs trabajadorxs de la confección en uno de sus principales banderas de lucha.
¿Qué ocurre en esta etapa? Bajos salarios, lo que deriva en vivienda precaria, mala alimentación, problemas de salud y riesgo de trabajo infantil de las personas que trabajan en las fábricas textiles y de calzado (hay graves denuncias de explotación infantil en ese sector).
De hecho, en el último informe de la Campaña Ropa Limpia, “Salarios dignos 2019”, donde se analizaron las respuestas de 20 marcas de ropa líderes del sector sobre su progreso en la implementación de un salario digno, si bien el 85% de las marcas tenía algún compromiso para garantizar que los salarios fueran suficientes para satisfacer las necesidades básicas de las trabajadoras, ninguna etiqueta estaba poniendo en práctica ello en los países donde se produce la gran mayoría de la ropa.
A ello se suma abusos laborales, tales como jornadas extenuantes, abuso sicológico, físico y sexual. Situación que se explica por un hecho ineludible: el 80% de las trabajadores de la confección son mujeres.
Lo peor de todo es, que a pesar del colapso del complejo Rana Plaza en 2013, todavía no es posible asegurar condiciones se seguridad y limpieza para estxs trabajadorxs.
La pandemia del coronavirus COVID-19 ha exacerbado esta precariedad, debido a la suspensión de los pedidos de grandes retailers (muchos ya terminados), que ha puesto en jaque no sólo la industria en textil de esos países, sino también la sobrevivencia de quienes hicieron la ropa, lo que ha llevado a hablar a organismos internacionales y a la prensa especializada de crisis humanitaria.
Estos problemas no solo se observan en Asia, el Sudeste Asiático o Latinoamérica, sino incluso en Europa como fue mostrado a fines de abril por Deutsche Welle.
Normalmente es muy poco lo que se habla de lxs trabajadorxs de bodega y tienda, pero la pandemia ha puesto en evidencia un secreto a voces: la precariedad de sus condiciones de trabajo.
Las denuncias de trabajadores de Amazon y Walmart, sólo han visibilizado la realidad que en este lado de la cadena de valor en Occidente, trabajadores minoristas y de almacén, que a menudo trabajan a tiempo parcial con seguridad o beneficios laborales limitados.
La columna del experto en retail, Doug Stephens, en BOF es clarificadora en este aspecto, interpelando a no comprar la narrativa del "héroe", que nos hace perder de vista la verdadera historia: “los trabajadores minoristas no son héroes sino víctimas; víctimas de un sistema que ha suprimido agresivamente sus salarios, les ha despojado de sus derechos y protecciones y ha mercantilizado su trabajo”, enfatiza.
Y remata, sin anestesia: “Si realmente valora a las personas que trabajan en los pasillos y almacenes de su minorista favorito, llame a su político local y exija mejores salarios y condiciones de trabajo seguras para ellos”.
¿Cuánto conocían de esta realidad? ¿cuánto de ello observan en la escena de la moda de sus países? ¿cuánto de ello ocurre en Chile?
Los abusos a los trabajadorxs de la moda mirados desde la cadena de producción
Hay que ser clarxs. En “todos lados se cuecen habas”, por lo mismo, las situaciones que te iré enumerando no sólo se aplican a los países donde la moda ha deslocalizado su producción, sino también a Latinoamérica y, por supuesto, a nuestro país.
Por otra parte, hay que considerar, que cada uno de estos abusos han sido posibles gracias a un sistema económico, que olvida los derechos humanos y que se concentra solo en las ganancias para unos pocos.
Pero los responsables no son solo los “otros”, sino también nosotrxs que hemos sido o somos parte de ese círculo vicioso, al seguir avalando con nuestras compras, a etiquetas que todavía se niegan a reconocer, que lo barato si cuesta caro. Aunque no lo veamos.
Pero ¿dónde se producen estas malas prácticas? ¿quiénes las sufren? Comencemos…
Fuente: Campaña Ropa Limpia |
1- Extracción y producción de materias primas
En la etapa de la siembra y cosecha de los textiles, muchos trabajadorxs son explotados con bajos sueldos, jornadas extenuantes y están expuestos a pesticidas, que dañan fuertemente su salud. Estas situaciones han sido denunciadas por iniciativas como Better Cotton y Anti Slavery.
Además todavía es posible ver a niños y niñas trabajando en granjas de algodón en, por ejemplo, Uzbekistan como ha denunciado con fuerza la Organización Mundial del Trabajo (ILO en sus siglas en inglés)
Pero ahí no terminan los problemas, cuando la materia prima se convierte en telas, que requieren ser tratadas o teñidas, los trabajadorxs se exponen a químicos diariamente, sin ninguna o suficiente protección. Green America ha visibilizado esta dura realidad, así también la investigación “Impacto de las sustancias químicas utilizadas en la industria textil en la salud de los empleados: estudio epidemiológico”, que será publicado en la revista científica Ecotoxicology and Environmental Safety en julio 2020.
Fuente: Green America |
2- Transformación de materias primas
En esta parte del proceso, las telas se convierten en ropa y es donde más información tenemos de las malas prácticas de la moda. De hecho, organizaciones como Fashion Revolution y la Campaña Ropa Limpia han convertido a la defensa de lxs trabajadorxs de la confección en uno de sus principales banderas de lucha.
¿Qué ocurre en esta etapa? Bajos salarios, lo que deriva en vivienda precaria, mala alimentación, problemas de salud y riesgo de trabajo infantil de las personas que trabajan en las fábricas textiles y de calzado (hay graves denuncias de explotación infantil en ese sector).
De hecho, en el último informe de la Campaña Ropa Limpia, “Salarios dignos 2019”, donde se analizaron las respuestas de 20 marcas de ropa líderes del sector sobre su progreso en la implementación de un salario digno, si bien el 85% de las marcas tenía algún compromiso para garantizar que los salarios fueran suficientes para satisfacer las necesidades básicas de las trabajadoras, ninguna etiqueta estaba poniendo en práctica ello en los países donde se produce la gran mayoría de la ropa.
Fuente: Campaña Ropa Limpia |
A ello se suma abusos laborales, tales como jornadas extenuantes, abuso sicológico, físico y sexual. Situación que se explica por un hecho ineludible: el 80% de las trabajadores de la confección son mujeres.
Lo peor de todo es, que a pesar del colapso del complejo Rana Plaza en 2013, todavía no es posible asegurar condiciones se seguridad y limpieza para estxs trabajadorxs.
La pandemia del coronavirus COVID-19 ha exacerbado esta precariedad, debido a la suspensión de los pedidos de grandes retailers (muchos ya terminados), que ha puesto en jaque no sólo la industria en textil de esos países, sino también la sobrevivencia de quienes hicieron la ropa, lo que ha llevado a hablar a organismos internacionales y a la prensa especializada de crisis humanitaria.
Estos problemas no solo se observan en Asia, el Sudeste Asiático o Latinoamérica, sino incluso en Europa como fue mostrado a fines de abril por Deutsche Welle.
Revisa el crudo reporte de Deutsche Welle |
3- Distribución y retailers
Normalmente es muy poco lo que se habla de lxs trabajadorxs de bodega y tienda, pero la pandemia ha puesto en evidencia un secreto a voces: la precariedad de sus condiciones de trabajo.
Las denuncias de trabajadores de Amazon y Walmart, sólo han visibilizado la realidad que en este lado de la cadena de valor en Occidente, trabajadores minoristas y de almacén, que a menudo trabajan a tiempo parcial con seguridad o beneficios laborales limitados.
Fuente: The Guardian - Foto por Spencer Platt/Getty Images |
La columna del experto en retail, Doug Stephens, en BOF es clarificadora en este aspecto, interpelando a no comprar la narrativa del "héroe", que nos hace perder de vista la verdadera historia: “los trabajadores minoristas no son héroes sino víctimas; víctimas de un sistema que ha suprimido agresivamente sus salarios, les ha despojado de sus derechos y protecciones y ha mercantilizado su trabajo”, enfatiza.
Y remata, sin anestesia: “Si realmente valora a las personas que trabajan en los pasillos y almacenes de su minorista favorito, llame a su político local y exija mejores salarios y condiciones de trabajo seguras para ellos”.
¿Cuánto conocían de esta realidad? ¿cuánto de ello observan en la escena de la moda de sus países? ¿cuánto de ello ocurre en Chile?
(Foto principal: Campaña Ropa Limpia)
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