[DIVERSIDAD] Con timidez hemos visto como la industria de la moda está encaminándose hacia una representación más diversa a través de una mayor variedad de modelos con distintas tallas, géneros, colores, etc. A nivel internacional, JAG Models, se ha convertido en un referente en la materia. Si bien en Chile alguna vez tuvimos No Agency Models, que intentó avanzar en esta línea, pero no logró perseverar, vemos con esperanza como algunos retailer -por ejemplo Corona- han logrado pasar la barrera de "la tendencia" para consolidar un política de diversidad que los ha ayudado a posicionarse en el mercado de forma pionera. Pero falta todavía mucho camino por recorrer y cada vez resulta más urgente construir una narrativa de la diversidad que no se quede en las campañas y que trascienda a los puntos de venta y, por supuesto, a la ropa. Hoy reflexiono sobre aquello.
Imaginemos un futuro optimista donde todas las campañas y lookbooks de las marcas de moda muestren a personas (mujeres) diversas, donde cada unx de nosotrxs pueda sentirse reflejadx de alguna manera en esos referentes, que ya no serán nuevos, no tendrán etiquetas, solo serán una reflejo (imperfecto siempre, pero cercano) de la sociedad.
Parece demasiado bueno para ser verdad, pero hay un problema. Tenemos esos nuevos rostros que nos hacen sentir que no "somos insuficientes", que la moda no busca una hegemonía específica, sino que quiere vestir a todxs, pero algo no calza. Tenemos las imágenes, tenemos las fotos, tenemos a lxs referentes, pero nos falta algo esencial: la ropa.
¿Dónde está esa ropa maravillosa que calza perfecto en esa diversidad de cuerpos? ¿Dónde se encuentra? ¿Está en las tiendas o se queda solo en las campañas? Es ahí cuando comienza a materializarse la nueva narrativa. No podemos seguir creando historias que no tienen soporte, relatos que se los lleva el viento, porque solo tienen palabras, representaciones, "like" en redes sociales. Se necesita urgente que la foto se transforme en una realidad en tiendas (físicas o virtuales) y que se traduzca en ropa. Sí, ropa.

Porque parece obvio, pero no lo es. La industria de la moda se abre cada vez más a la idea de tener diferentes personas que la representen, pero eso no se refleja en la ropa a la que tenemos acceso. Todavía no hay tallas para todxs, todavía no vemos vestuario que deje atrás los géneros y se convierta en una alternativa para quien desee vestirla sin importar su silueta; ropa que se resignifique en función de los deseos, no las identidades o las formas corporales.
Es así donde se escribe el nuevo capítulo de esta narrativa, donde se pasa del dicho al hecho sin esperar una ley o una sanción social para hacerlo efectivo. La nueva narrativa de la diversidad de la moda, no solo va de la mano de consolidar el crisol de referentes (indígenas incluidos), sino también de lo que REALMENTE se puede vestir, no solo para la producción, ni para la foto de gigantografías.
En esa tarea la industria de la moda va a paso muy lento; mirando con recelo lo que hace el del lado parecido a uno; perdida en falsas concepciones que afirman que las marcas que no apuestan por lo tradicional, pierden. No sólo el caso de la etiqueta Universal Standard -recientemente destacado por Forbes- desmiente lo anterior, sino también cada una de las apuestas que han hecho grandes marcas en escenario menos glamorosos como lo son los supermercados en Chile.

En ese sentido, ¿por qué todavía no damos vuelta la página? Me imagino porque es más sencillo construir el escenario de lo deseado, de lo aspiracional desde una lógica imposible, desde un estadio que con suerte el 1% de la población mundial llegue, con cuerpos que históricamente han sido signados como exitosos, felices. Porque construir deseo desde la diversidad, desde lo cercano y conocido es más difícil, más desafiante, porque no se apelan a los mismo códigos, hay que ser Creativos (sí con mayúscula) y apuntar a otras emociones, a otros estímulos.
La industria de la moda se ha acostumbrado a "la sandía calá", pero hoy es urgente que la apuesta se haga por la disidencia, la periferia, porque aunque les cueste convencerse es ahí donde se ganará la batalla, nunca más en la antigua hegemonía, en el centro.
Las marcas de moda deben comenzar a dar el siguiente paso, a escribir un nuevo capítulo de la narrativa de la diversidad, no solo para avanzar a la siguiente temporada, sino simplemente para sobrevivir en esta década.
¿Cuántas realmente están dispuestas a hacerlo?
Por una narrativa de la diversidad que se convierta en ropa
Imaginemos un futuro optimista donde todas las campañas y lookbooks de las marcas de moda muestren a personas (mujeres) diversas, donde cada unx de nosotrxs pueda sentirse reflejadx de alguna manera en esos referentes, que ya no serán nuevos, no tendrán etiquetas, solo serán una reflejo (imperfecto siempre, pero cercano) de la sociedad.
Parece demasiado bueno para ser verdad, pero hay un problema. Tenemos esos nuevos rostros que nos hacen sentir que no "somos insuficientes", que la moda no busca una hegemonía específica, sino que quiere vestir a todxs, pero algo no calza. Tenemos las imágenes, tenemos las fotos, tenemos a lxs referentes, pero nos falta algo esencial: la ropa.
¿Dónde está esa ropa maravillosa que calza perfecto en esa diversidad de cuerpos? ¿Dónde se encuentra? ¿Está en las tiendas o se queda solo en las campañas? Es ahí cuando comienza a materializarse la nueva narrativa. No podemos seguir creando historias que no tienen soporte, relatos que se los lleva el viento, porque solo tienen palabras, representaciones, "like" en redes sociales. Se necesita urgente que la foto se transforme en una realidad en tiendas (físicas o virtuales) y que se traduzca en ropa. Sí, ropa.

Campaña de Skims
Porque parece obvio, pero no lo es. La industria de la moda se abre cada vez más a la idea de tener diferentes personas que la representen, pero eso no se refleja en la ropa a la que tenemos acceso. Todavía no hay tallas para todxs, todavía no vemos vestuario que deje atrás los géneros y se convierta en una alternativa para quien desee vestirla sin importar su silueta; ropa que se resignifique en función de los deseos, no las identidades o las formas corporales.
Es así donde se escribe el nuevo capítulo de esta narrativa, donde se pasa del dicho al hecho sin esperar una ley o una sanción social para hacerlo efectivo. La nueva narrativa de la diversidad de la moda, no solo va de la mano de consolidar el crisol de referentes (indígenas incluidos), sino también de lo que REALMENTE se puede vestir, no solo para la producción, ni para la foto de gigantografías.
En esa tarea la industria de la moda va a paso muy lento; mirando con recelo lo que hace el del lado parecido a uno; perdida en falsas concepciones que afirman que las marcas que no apuestan por lo tradicional, pierden. No sólo el caso de la etiqueta Universal Standard -recientemente destacado por Forbes- desmiente lo anterior, sino también cada una de las apuestas que han hecho grandes marcas en escenario menos glamorosos como lo son los supermercados en Chile.

Ropa de Universal Standard
En ese sentido, ¿por qué todavía no damos vuelta la página? Me imagino porque es más sencillo construir el escenario de lo deseado, de lo aspiracional desde una lógica imposible, desde un estadio que con suerte el 1% de la población mundial llegue, con cuerpos que históricamente han sido signados como exitosos, felices. Porque construir deseo desde la diversidad, desde lo cercano y conocido es más difícil, más desafiante, porque no se apelan a los mismo códigos, hay que ser Creativos (sí con mayúscula) y apuntar a otras emociones, a otros estímulos.
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Las marcas de moda deben comenzar a dar el siguiente paso, a escribir un nuevo capítulo de la narrativa de la diversidad, no solo para avanzar a la siguiente temporada, sino simplemente para sobrevivir en esta década.
¿Cuántas realmente están dispuestas a hacerlo?
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