[NUEVO PARADIGMA] Por diversas razones hemos normalizado el neo colonialismo de la moda liderado por un Norte global que dicta pautas al Sur global -incluso- respecto de las mejores prácticas para su territorio. No obstante, voces críticas están visibilizando esta realidad y proponiendo la "independencia" de estos dictámenes desde las diversas regiones o países que han sido subsidiarios de una industria, por momentos, voraz. En esa línea, ¿qué caminos podríamos transitar para descolonizar la moda desde Latinoamérica? Hoy le doy una vuelta.
Asimismo señalan que "en 2019, la industria textil y de la confección representó el 7,8% del valor agregado en la manufactura en Perú, el 7% en Colombia y el 6,2% en Brasil".
Pese a todo ello, quien dicta nuestra forma de hacer y vestir la moda no somos nosotros, sino una industria cuyo poder está en el Norte Global y está impulsando un nuevo colonialismo donde los ejes sociales, ambientales y económicos son claves.
Frente a este panorama, Latinoamérica está levantando la voz, ya sea desde una mirada "Top-Down" (la misma industria latina de la moda hacia la ciudadanía) o Bottom-Up" (los movimiento ciudadanos hacia la industria local). Ello ha supuesto comenzar a reflexionar sobre qué caminos tomar para descolonizar una moda que nos interpela como ciudadanía neutra y, en ciertos casos, indiferenciada.
Es allí cuando nuestras idiosincracias y relato histórico de la moda asociado a la precariedad de un devenir golpeado, cada cierto tiempo, por crisis políticas, económicas y sociales sale a la luz y nos reclama mirarnos como individuos y colectivos al espejo.
En esa acción se abren dos rutas: una relativa al hacer y otra al vestir cotidiano, cuyos ejecutores se interrelacionan y asumen diferentes roles en función de los avances de esta transformación cultural y del paradigma económico de la moda.
Pero en lo concreto ¿en qué se traduce esta descolonización? Desde el prima del hacer en, por ejemplo, nuevas maneras de producir desde la moda lenta; el trabajo colaborativo y asociativo con los pueblos originarios y sus saberes ancestrales desde los oficios textiles; la innovación en biomateriales ligados a nuestro territorio y problemáticas ambientales; la creación de ecosistemas de moda circular que respondan a nuestros modos de vestir; promoción de la moda local y sus creativxs; marcos regulatorios asociados a nuestra realidad y necesidades; nuevos referentes de belleza donde nuestros cuerpos (vestidos) se vean reflejados; la creación de tecnología para la moda donde nuestros cuerpos y culturas sean protagonistas; entre otros. A ello se suma también la creación de modelos de negocio que integren nuevos verbos más allá del vender.
Es justamente en ese punto, donde se produce la descolonización de nuestra relación con el vestir cotidiano, que nos obliga como ciudadanía a pensar en "cambiar el verbo" y conectarnos con nuestra autobiografía en la que usar intensivamente lo que teníamos, cuidar y reparar la ropa era una práctica familiar.
Si bien suena sencillo, en las últimas décadas las hemos olvidado producto de la incorporación de prácticas económicas y culturales en las que el planeta no tenía medidas, ni límites. Por lo mismo, hoy es fundamental educarnos en el vestir desde nuestros "paisajes" y comprender que tenemos el poder para dictar nuestras propias pautas y narrativas de moda, sin tener que rendir "pleitesía" a referencias ajenas, que no nos representan.
Todo ello, porque hoy la descolonización de nuestro clóset parte por mirarlo / mirarnos y construir un relato que hable nuestro idioma.
¿Te animas a hacerlo?
Descolonizar la moda desde Latinoamérica
Latinoamérica representa aproximadamente el 5% del mercado de la moda mundial. De hecho, según un reporte de la OCDE en la región se realizan actividades en toda la cadena de valor, incluida la producción de materias primas y extracción de fibra, hilado, tejido y procesamiento, ensamblaje y fabricación. "Brasil es el mayor productor de textiles a nivel regional y el cuarto a nivel mundial y cubre toda la cadena de valor dentro del país, incluida la producción de algodón (además del segundo mayor productor mundial de pieles y cueros bovinos, después de China. Perú, el segundo mayor productor de textiles y confecciones de la región, incluye algodón, esquila de fibras finas de camélidos como vicuñas y alpacas, producción de hilo, fabricación y acabado de telas y confección de prendas de vestir", detallan.Asimismo señalan que "en 2019, la industria textil y de la confección representó el 7,8% del valor agregado en la manufactura en Perú, el 7% en Colombia y el 6,2% en Brasil".
✔Sector textil y de la confección como porcentaje del valor agregado en la manufactura en países seleccionados de ALC
Nota: Últimos datos disponibles de 2019. No hay datos recientes disponibles para Panamá.
Fuente: Basado en (Banco Mundial, 2022). Citado en "Responsible Business Conduct in the Garment and Footwear Sector in Latin America and the Caribbean" - OCDE
Frente a este panorama, Latinoamérica está levantando la voz, ya sea desde una mirada "Top-Down" (la misma industria latina de la moda hacia la ciudadanía) o Bottom-Up" (los movimiento ciudadanos hacia la industria local). Ello ha supuesto comenzar a reflexionar sobre qué caminos tomar para descolonizar una moda que nos interpela como ciudadanía neutra y, en ciertos casos, indiferenciada.
Es allí cuando nuestras idiosincracias y relato histórico de la moda asociado a la precariedad de un devenir golpeado, cada cierto tiempo, por crisis políticas, económicas y sociales sale a la luz y nos reclama mirarnos como individuos y colectivos al espejo.
En esa acción se abren dos rutas: una relativa al hacer y otra al vestir cotidiano, cuyos ejecutores se interrelacionan y asumen diferentes roles en función de los avances de esta transformación cultural y del paradigma económico de la moda.
Pero en lo concreto ¿en qué se traduce esta descolonización? Desde el prima del hacer en, por ejemplo, nuevas maneras de producir desde la moda lenta; el trabajo colaborativo y asociativo con los pueblos originarios y sus saberes ancestrales desde los oficios textiles; la innovación en biomateriales ligados a nuestro territorio y problemáticas ambientales; la creación de ecosistemas de moda circular que respondan a nuestros modos de vestir; promoción de la moda local y sus creativxs; marcos regulatorios asociados a nuestra realidad y necesidades; nuevos referentes de belleza donde nuestros cuerpos (vestidos) se vean reflejados; la creación de tecnología para la moda donde nuestros cuerpos y culturas sean protagonistas; entre otros. A ello se suma también la creación de modelos de negocio que integren nuevos verbos más allá del vender.
Es justamente en ese punto, donde se produce la descolonización de nuestra relación con el vestir cotidiano, que nos obliga como ciudadanía a pensar en "cambiar el verbo" y conectarnos con nuestra autobiografía en la que usar intensivamente lo que teníamos, cuidar y reparar la ropa era una práctica familiar.
Si bien suena sencillo, en las últimas décadas las hemos olvidado producto de la incorporación de prácticas económicas y culturales en las que el planeta no tenía medidas, ni límites. Por lo mismo, hoy es fundamental educarnos en el vestir desde nuestros "paisajes" y comprender que tenemos el poder para dictar nuestras propias pautas y narrativas de moda, sin tener que rendir "pleitesía" a referencias ajenas, que no nos representan.
Todo ello, porque hoy la descolonización de nuestro clóset parte por mirarlo / mirarnos y construir un relato que hable nuestro idioma.
¿Te animas a hacerlo?
(Foto principal: Colección Pakuchi de Mei Lang)
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