Los más de 12 años de vida de QT nos han permitido ser testigos de la evolución del discurso de la industria de la moda en la primera década del siglo XXI, lo que ha supuesto no solo abrir la conversación a nuevos temas y referentes, sino también poner a la luz las huellas humanas y ambientales de su producción. En las próximas líneas analizaremos, a través de los temas abordados en el sitio en estos 10 años, qué aprendió la moda internacional y latina en esta década que termina. Todo ello con la esperanza que estas enseñanzas pasen de las "buenas intenciones" a la acción concreta y clara.
La 1ª década del siglo XXI fue de muchos cambios para la moda, no sólo desde el punto de vista de los relatos, sino también de su modelo de negocio. De hecho, se produjo la quiebra y cierre de grandes retailers y casas de moda, y comenzaron a socializarse nuevas formas de aproximarse a la compra de vestuario a través de los pop ups (tiendas efímeras) y tiendas experienciales, donde la moda ha sido una excusa para la interacción de las industrias creativas. Además las tiendas online -con inteligencia artificial-, se han transformado en el vehículo para conectarse con una audiencia escurridiza. De hecho, la tecnología ha tomado un rol cada vez más preponderante dentro de la industria, y los productos están dejando de ser "el fin" en si mismo.
Lo anterior, surge como una respuesta a la irrupción de un(a) nuev@ consumidor(a) - ciudadanx más empoderadx en sus derechos y necesidades, que aburrido de la masividad y uniformidad, comienza a buscar vestuario con identidad, que incluso pueda personalizar.
Asimismo, el colapso del complejo Rana Plaza (2013), le abre los ojos ante una realidad que, hasta ese momento, era un secreto a voces: la industria de la moda estaba manchada con sangre y también estaba siendo una pieza clave en el cambio climático. La moda comienza a ser parte de la agenda de organismos internacionales como las Naciones Unidas a través, por ejemplo, de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
En paralelo a ese proceso, surgen nuevas formas de comunicar moda (los medios tradicionales se ven obligados a reinventarse o morir), en la que lxs bloguerxs de moda, marcan una tendencia, que luego es tomada por lxs youtubers y seguida por lxs instagramers. Nacen lxs "influenciadores" y la moda cambia de caras masivas a otras más de nicho, que parten buscando frescura en la forma de presentar el acto de vestir, pero que rápidamente se convierten en parte del ecosistema fashion (con todo lo bueno y malo que ello supone).
Esa evolución, da cabida a nuevas formas de activismo donde se exigen otros referentes que sintonicen con conceptos como sustentabilidad, feminismo, inclusión, no género y diversidad.
Si bien, la industria de la moda puede proyectar algunas de estas tendencias, su primera reacción ha sido el "maquillaje" o "cambio cosmético". No obstante, casi finalizando la década se da cuenta que esa aproximación, le ha traído más costos que beneficios y comienza a comprender -ante la caída de las ventas y el peligro del negocio- que las demandas son estructurales.
Hay que cambiar el paradigma para sobrevivir, a fuerza de presión ciudadana o convicción, casi siempre medio forzosa ante número rojos que no le dan tregua.
En este lado del planeta, la llamada moda de autor comienza a ser vista como un actor económico, no tanto por su peso en el PIB, sino por su aporte a la imagen país y su capacidad de potenciar comunidades, rescatar oficios y visibilizar la cosmovisión de las culturas ancestrales desde una mirada moderna.
Se comienzan a socializar los conceptos de co-creación, colaboración y moda con identidad, donde el peso de lo local va de la mano con el cuidado del medio ambiente (lo lento, el upcycling, entre otros) y la protección de quienes participan de su cadena de valor. Se comienza a instalar con fuerza la idea de que #lamodaesindustria
En Chile surgen diversas plataformas de visualización de estas propuestas, muchas de de las cuales no logran terminar la década. No obstante, otras como Pasarela Valparaíso y Viste la Calle con sus diversos desfiles o catwalks, nos obligan a pensar permanentemente en una escena que se reinventa constantemente.
La idea de una moda que dignifique a todxs quienes participan de ella, no sólo se plasma post estallido social (octubre 2019), sino que se convierte en el hilo conductor de muchas marcas que entienden que su ventaja competitiva está dada por las personas y el lugar desde donde crean, producen y comercializan.
En esa línea, varixs creativxs optan por transparentar su valores y hacer moda - activismo, sin miedo y con la certeza de que su mirada de mundo es parte de un relato compartido, que se expresa en un vestir desobediente, resistente y que apela a revolucionar su entorno.
En esta primera década del siglo XXI, desde mi Valparaíso querido, nacen mis tres libro: Relatos de moda (2013), El Nuevo Vestir (2016) y La revolución de los cuerpos (2019), que buscan hacer eco de estos cambios y hablar de la Moda con mayúscula.
Junto a ello, desde Matriz Moda -consultora de la que soy socia- surgen los únicos dos estudios que buscan hacer un diagnóstico económico tanto del sector vestuario de autor, y calzado de autor.
Si bien, la moda de autor local todavía busca su espacio en el clóset de lxs chilenxs, ad portas del 2020 puede mirar con satisfacción, que los últimos 10 años recorridos no han sido en vano.
¿Qué otros aprendizajes reconoces en este final de década?
Aprendizajes para la 1ª década del siglo XXI: desde el negocio a los referentes de la moda
La 1ª década del siglo XXI fue de muchos cambios para la moda, no sólo desde el punto de vista de los relatos, sino también de su modelo de negocio. De hecho, se produjo la quiebra y cierre de grandes retailers y casas de moda, y comenzaron a socializarse nuevas formas de aproximarse a la compra de vestuario a través de los pop ups (tiendas efímeras) y tiendas experienciales, donde la moda ha sido una excusa para la interacción de las industrias creativas. Además las tiendas online -con inteligencia artificial-, se han transformado en el vehículo para conectarse con una audiencia escurridiza. De hecho, la tecnología ha tomado un rol cada vez más preponderante dentro de la industria, y los productos están dejando de ser "el fin" en si mismo.
Lo anterior, surge como una respuesta a la irrupción de un(a) nuev@ consumidor(a) - ciudadanx más empoderadx en sus derechos y necesidades, que aburrido de la masividad y uniformidad, comienza a buscar vestuario con identidad, que incluso pueda personalizar.
Asimismo, el colapso del complejo Rana Plaza (2013), le abre los ojos ante una realidad que, hasta ese momento, era un secreto a voces: la industria de la moda estaba manchada con sangre y también estaba siendo una pieza clave en el cambio climático. La moda comienza a ser parte de la agenda de organismos internacionales como las Naciones Unidas a través, por ejemplo, de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
En paralelo a ese proceso, surgen nuevas formas de comunicar moda (los medios tradicionales se ven obligados a reinventarse o morir), en la que lxs bloguerxs de moda, marcan una tendencia, que luego es tomada por lxs youtubers y seguida por lxs instagramers. Nacen lxs "influenciadores" y la moda cambia de caras masivas a otras más de nicho, que parten buscando frescura en la forma de presentar el acto de vestir, pero que rápidamente se convierten en parte del ecosistema fashion (con todo lo bueno y malo que ello supone).
Esa evolución, da cabida a nuevas formas de activismo donde se exigen otros referentes que sintonicen con conceptos como sustentabilidad, feminismo, inclusión, no género y diversidad.
Si bien, la industria de la moda puede proyectar algunas de estas tendencias, su primera reacción ha sido el "maquillaje" o "cambio cosmético". No obstante, casi finalizando la década se da cuenta que esa aproximación, le ha traído más costos que beneficios y comienza a comprender -ante la caída de las ventas y el peligro del negocio- que las demandas son estructurales.
Hay que cambiar el paradigma para sobrevivir, a fuerza de presión ciudadana o convicción, casi siempre medio forzosa ante número rojos que no le dan tregua.
Mientras en Latinoamérica
En este lado del planeta, la llamada moda de autor comienza a ser vista como un actor económico, no tanto por su peso en el PIB, sino por su aporte a la imagen país y su capacidad de potenciar comunidades, rescatar oficios y visibilizar la cosmovisión de las culturas ancestrales desde una mirada moderna.
Se comienzan a socializar los conceptos de co-creación, colaboración y moda con identidad, donde el peso de lo local va de la mano con el cuidado del medio ambiente (lo lento, el upcycling, entre otros) y la protección de quienes participan de su cadena de valor. Se comienza a instalar con fuerza la idea de que #lamodaesindustria
En Chile surgen diversas plataformas de visualización de estas propuestas, muchas de de las cuales no logran terminar la década. No obstante, otras como Pasarela Valparaíso y Viste la Calle con sus diversos desfiles o catwalks, nos obligan a pensar permanentemente en una escena que se reinventa constantemente.
La idea de una moda que dignifique a todxs quienes participan de ella, no sólo se plasma post estallido social (octubre 2019), sino que se convierte en el hilo conductor de muchas marcas que entienden que su ventaja competitiva está dada por las personas y el lugar desde donde crean, producen y comercializan.
En esa línea, varixs creativxs optan por transparentar su valores y hacer moda - activismo, sin miedo y con la certeza de que su mirada de mundo es parte de un relato compartido, que se expresa en un vestir desobediente, resistente y que apela a revolucionar su entorno.
En esta primera década del siglo XXI, desde mi Valparaíso querido, nacen mis tres libro: Relatos de moda (2013), El Nuevo Vestir (2016) y La revolución de los cuerpos (2019), que buscan hacer eco de estos cambios y hablar de la Moda con mayúscula.
Junto a ello, desde Matriz Moda -consultora de la que soy socia- surgen los únicos dos estudios que buscan hacer un diagnóstico económico tanto del sector vestuario de autor, y calzado de autor.
Si bien, la moda de autor local todavía busca su espacio en el clóset de lxs chilenxs, ad portas del 2020 puede mirar con satisfacción, que los últimos 10 años recorridos no han sido en vano.
¿Qué otros aprendizajes reconoces en este final de década?
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